Al fin un oficial sonriente da un cortés “Bienvenido a Austria”. Una fila de autobuses nuevos espera la entrada de los refugiados camino a Alemania. Sin gritos, sin tensión. Voluntarios austríacos reciben a los migrantes con frutas, pasteles, té. Los viajeros no saben cómo agradecer tanto. Médicos, la Cruz Roja, caras alegres, comida caliente, todo lo que no habían visto en meses. La xenofobia se esfumó. Salen en tren a Alemania con ropa limpia, pasan por Munich casi dormidos hasta llegar a Frankfurt, donde nadie los espera. Salen de la estación y se confunden entre la gente. “Parece que por fin hemos llegado a Europa”, cita a un joven iraquí Javier Bauluz. (Leer la historia de esta etapa)
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