Los últimos kilómetros para llegar a la frontera de Grecia con Macedonia son recorridos a pie. Las vías del tren aseguran la dirección correcta. Un piquete militar los interrumpe. No hay paso. El grupo se sienta, duerme y espera junto a la basura acumulada de varios días. Los niños asustados y sedientos ven a los funcionarios implacables organizar pequeños grupos para continuar hasta la estación y tomar un tren que llegará hasta Serbia, atestado de familias que intentan no dispersarse. “Mantener junta a la familia es la prioridad absoluta, muchas veces casi misión imposible para los padres y madres. Si se pierden no saben si se podrán volver a encontrar en un camino del que no saben ni adónde va”, describe en la crónica Javier Bauluz. (Leer la historia de esta etapa)
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