Un reto intelectualen un sistema cerrado

 

Por José Fernando López

“Para un encuestador es un gran reto hacer una encuesta en un sistema como el cubano. Es un verdadero reto intelectual“. La frase es de Joaquín Pérez, socio de Bendixen&Amandi International, la firma que acaba de hacer la mayor encuesta independiente en territorio cubano desde la revolución de 1959, y la primera que recoge la opinión de los cubanos sobre las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

La idea de hacer la encuesta se le ocurrió a Fernand Amandi, uno de los socios principales de la firma, que en los últimos veinte años ha hecho 25 encuestas sobre el tema de Cuba, pero no había hecho ninguna dentro de la isla. En dos ocasiones anteriores habían intentado hacer una encuesta en las calles de Cuba, pero solo ahora lograron tener éxito.

La motivación, según Amandi, provino de una frase pronunciada por el líder cubano Raúl Castro a raíz de la detención de varios líderes opositores después del anuncio de las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Según Castro, “el punto de vista de los opositores no representaba la opinión de la gente de la isla“.

“A mi, como encuestador, me llamó la atención esa frase“, dice Amandi, “y le pregunté a Joaquín si esta vez sí podríamos hacerlo“. Después de una serie de consultas, Pérez le dijo que sí, y empezaron a ver la manera de llevar a cabo la tarea, cumpliendo con todos los estándares que han hecho de Bendixen&Amandi una encuestadora de prestigio internacional.

La idea inicial era hacerla con encuestadores venezolanos. Pérez salió de Cuba en los años 60 y se refugió en Venezuela, donde estableció sólidas relaciones políticas y llegó a ser secretario de organización de movimiento socialcristiano Copei, uno de los partidos históricos de ese país. Y Venezuela es hoy en día el país más cercano al régimen de Cuba en la región.

De hecho, en el año 2004, cuando se hizo el primer intento de hacer una encuesta independiente en Cuba, se trató de diseñar una muestra probabilística con base en el directorio telefónico de la isla, y las llamadas se hicieron a nombre de Radio Rumbos, emisora venezolana muy conocida en Cuba por su oposición al dictador Fulgencio Batista en los años cincuenta del siglo pasado.

“Pensábamos que nadie nos iba a responder“, dice Pérez, “pero sí hubo respuestas. Es más, alguien me dijo que quería votar por Payá“. La limitada penetración de los teléfonos en Cuba y la desconfianza con los encuestadores impidieron, sin embargo, que la encuesta fuera exitosa.

“Esta vez pensamos, por eso, que la única forma de hacerla era con cubanos de la isla“, dice Amandi, “con cubanos entrevistando cubanos era difícil no obtener una respuesta verídica“. Por eso buscaron la forma de reclutar un equipo de encuestadores locales.

Para hacerlo, se asociaron con un encuestador mexicano, con el que ya habían hecho algunos trabajos anteriores para organizaciones de tanto prestigio como el Banco Interamericano de Desarrollo. Se trataba de Fernando Civera, socio del Centro de Investigaciones Sociológicas de México, encuestadora con base en Guadalajara, Jalisco.

Después de hacer algunos contactos previos en la isla, Civera viajó a Cuba con cuatro personas de su equipo (todos registrados como turistas), con el fin de entrevistar y entrenar a las personas que iban a hacer la encuesta. Se necesitaban 15 encuestadores, y solo tres de las personas que se entrevistaron inicialmente se rehusaron a participar en el proyecto y tuvieron que ser reemplazadas.

Para evitar problemas se recurrió a una técnica de compartimentación de las entrevistas. El entrenamiento se hizo uno por uno. “Los encuestadores conocían al coordinar del proyecto, que también era cubano, pero no se conocía entre ellos. No había forma de que se comunicaran entre sí“, dice Pérez.

Tanto Amandi como Pérez eran conscientes del nivel de escrutinio que tendrían una vez que se conocieran los resultados de la encuesta y por eso fueron muy estrictos en la aplicación de los protocolos establecidos para este tipo de proyectos y documentaron todo el trabajo.

“Este es un proyecto científico, como cualquier otro, y por eso queríamos actuar con absoluta transparencia“, dice Amandi. Y la trasparencia comenzaba, según él, por la selección de los encuestadores. “Se hicieron muchas preguntas para determinar que fueran neutrales“.

Una vez escogidos, se hicieron cien encuestas de prueba monitoreadas por los mexicanos. La idea era comprobar que se entendía el cuestionario, que la gente estuviera dispuesta a participar y que, dadas las restricciones impuestas por la seguridad, la encuesta pudiera ser realmente probabilística, para que sus conclusiones fueran válidas.

Las encuestas de prueba se hicieron entre el 10 y el 16 de marzo y todas se grabaron para ganar confianza en los entrevistadores. Lo normal, según los protocolos de la empresa, es que las pruebas piloto se tomen un par de días. Pero con las condiciones de la isla (incluidas las restricciones de movilidad) fue necesario dedicarles siete días.

Antes de hacer las encuestas, Pérez tenía la opinión de que eran demasiadas preguntas y podrían tomar mucho tiempo. Según él, 30 eran suficientes. Pero Amandi insistió en que no se podía perder la oportunidad de conocer la opinión de los cubanos en todos los temas seleccionados, y que la extensión del cuestionario no era problema, pues a diferencia de otros países “en Cuba el tiempo no es oro“. Y las encuestas piloto le dieron la razón.

Una vez hecha la prueba se tabularon las respuestas y se analizaron los resultados (con solo cien encuestas el margen de error es de 9.5%). Surgieron algunas dudas que llevaron a la repetición de algunas encuestas y se hicieron pequeños cambios en algunas preguntas, pero en general los resultados de las pruebas fueron satisfactorios.

Se decidió, entonces, empezar el trabajo de campo. Normalmente, según Amandi, en una encuesta de 1,200 personas, con 15 encuestadores, son suficientes tres días para obtener los resultados. Puerta a puerta, como la que se hizo, puede ser un poco más. Pero esta tardo casi dos semanas, porque los encuestadores se tenían que movilizar en “guagua“ (como llaman los cubanos al autobús) y los datos se tenían que pasar de manera personal.

Los encuestadores se distribuyeron por todo el país y llegaron a todos los hogares definidos en la muestra probabilística. Según Pérez, hubo algunos casos en los que fue necesario recurrir a las alternativas previstas, porque las personas escogidas se negaban a contestar la encuesta, por temor, o por no estar de acuerdo con ella.

Pero, en general, los encuestados respondieron al cuestionario que los entrevistadores les presentaban como parte de un trabajo universitario. “Es impresionante las ganas que tenían las personas de hablar sobre todas las preguntas“, dice Amandi.

Hubo algunos incidentes, por supuesto. Tres de los encuestados agarraron a los encuestadores, amenazaron con llevarlos a la cárcel y trataron de agredirlos. Pero, según Pérez, “en los tres casos hubo una salida satisfactoria: Uno corrió, otro peleó y otro pagó“.

Civera y su equipo lo vieron como parte de los riesgos calculados, y no era nada nuevo para ellos. Años atrás, mientras hacían una encuesta sobre remesas en Oaxaca, México, varios de sus encuestadores fueron detenidos durante varias horas por el comandante Marcos, jefe de las guerrillas zapatista en el sur de México.

“Para nosotros, sin embargo, fue dificilísimo“, dice Amandi, “los incidentes nos pusieron los pelos de punta“. Pero según él, valió la pena. “Como en cualquier encuesta, hay cosas aquí que les van a gustar a unos y no les van a gustar a otros. Pero este es el trabajo más importante que hemos hecho, porque nunca se había tratado en una forma tan comprensiva de dar voz a la población cubana“.