VACACIONES EN AGUAS DE NADIE

Ciudades flotantes con menos regulación ambiental que un buque de guerra

CAPÍTULO 4

En solo una semana, un navío de 3,000 pasajeros produce 200,000 galones de desechos humanos, más de un millón de galones de agua servida de baños y lavaplatos y unas ocho toneladas de basura sólida y desechos tóxicos por lavar la ropa, asegura la Agencia de Protección Ambiental (EPA).

Ciudades flotantes con menos regulación ambiental que un buque de guerra

CAPÍTULO 4

Cada persona a bordo de un crucero genera al día 8,4 galones de aguas residuales –desechos humanos-, asegura en sus informes la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Eso significa que un crucero de 3,000 personas produce 25,200 galones de aguas de retrete por día y más de 150,000 galones de aguas residuales por semana.

Ciudades flotantes con menos regulación ambiental que un buque de guerra

CAPÍTULO 4
Cada persona a bordo de un crucero genera al día 8,4 galones de aguas residuales –desechos humanos-, asegura en sus informes la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Eso significa que un crucero de 3,000 personas produce 25,200 galones de aguas de retrete por día y más de 150,000 galones de aguas residuales por semana.

Un crucero flota majestuosamente entre glaciares en Alaska. Los turistas se rinden ante la magnitud del paisaje helado y enmudecen ante su belleza prístina. Sin embargo, bajo el agua, la escena es muy diferente.

La bióloga Christine Gabriele ha dedicado muchas horas de su vida a escuchar con micrófonos lo que ocurre en las profundidades del Glacier Bay National Park, en Alaska.

En la gran cámara de ecos que es el océano, Gabriele descubrió algo insólito: el estruendo de la maquinaria de los cruceros, ciudades flotantes cargados de turistas, puede ser percibido por las ballenas hasta una hora antes de que lleguen allí. Este ruido, ensordecedor para ellas, les impide ubicarse y comunicarse hasta que el barco se va.

Este escenario en Alaska muestra bien la complejidad para conocer el impacto ambiental por todo el globo de una industria poderosa cuya realidad, a menudo, está oculta bajo la superficie.

Un estudio de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia identificó en todo el mundo 768 de este tipo de embarcaciones operativas entre marzo del 1998 y julio 2015. Actualmente, 265 de ellas están funcionando casi todos los días del año y de media llevan unos 1,200 pasajeros.

Desde luego hay naves mucho más grandes, como la Royal Caribbean’s Allure of the Seas, donde caben 5,400 personas, cantidad equivalente a la que llena siete aviones Airbus A380. Este crucero presume en su sitio web de tener a bordo siete diferentes vecindarios y 2,384 tripulantes.

Durante el periodo de ese análisis se registraron 3,628 deficiencias en los navíos, 233 de ellas ambientales y la mayoría de estas, relacionadas con descargas de combustible/aceite al mar (174) y la contaminación por basura (30).

4_sm

Una niña observa por la borda de una lancha que lleva a pasajeros desde un crucero de Royal Caribbean a una isla privada de la misma compañía. Almudena Toral/Univision

De 233 deficiencias ambientales que se pudieron identificar en las inspecciones realizadas por las autoridades del Control de Estado y la Guardia Costera, la mayor incidencia en fallas se registró en dos navíos: Black Watch y Coral Princess (12 cada uno).

El Black Watch fue fabricado en 1972 y es propiedad de una empresa noruega registrada en Reino Unido.  Por su parte, Coral Princess, fue construido en 2002 con capacidad para 2,590 pasajeros y es propiedad de Princess Cruises.

“Bueno, lo que han estado haciendo los barcos de crucero es verter material que es… que no es natural. Esto no es sólo agua de mar fresca que va de nuevo hacia el agua de mar. Se trata de  desechos humanos que van directo al agua de mar. Es basura, y plásticos, y metal, y jabón. Es combustible y grasa, y otros tipos de cosas que se van al océano”, cuenta el congresista demócrata Sam Farr, quien en varias ocasiones intentó que se aprobase en el Congreso de EEUU una legislación ambiental más exigente, el Estatuto de Cruceros Limpios (Clean Cruise Ship Act). Fue en los años 2004, 2005, 2008, 2009 y 2013, pero en ninguno de estos intentos consiguió apoyo suficiente.

¿Por qué es tan difícil aprobar esta legislación? Farr opina que su proyecto de ley ni siquiera fue escuchado por el comité responsable de votarlo porque los lobistas de esa industria lo impidieron. Estas empresas se resisten a cumplir  regulaciones ambientales que si tienen los hoteles en tierra, explica.

Los intentos fallidos de la Clean Cruise Ship Act en EEUU contrastan con las evidencias de malas prácticas de los cruceros, explica James Walker, abogado que antes se dedicaba a defender a estas empresas.

“No hace 15 años, hace 10 años, Royal Caribbean fue atrapada lanzando aguas residuales al agua. Yo solía ser un abogado defensor de la industria de cruceros. Sé de primera mano lo que estaba ocurriendo”, asegura el abogado.

“Solía ser un abogado defensor de la industria de cruceros. Sé de primera mano lo que estaba ocurriendo”

Walker describe que en los barcos se apilaban las bolsas de basura en pasillos del cuarto de reciclaje, pero que luego las desechaban al océano durante horas, por la noche.

Según el Departamento de Justicia en su sitio web, “Royal Caribbean Cruises Ltd. fue condenado en 1998 y 1999 y pagó un total de $27 millones en sanciones penales. La investigación se inició a raíz de una operación de vigilancia de la Guardia Costera de Estados Unidos que filmó el Sovereign of the Seas, el crucero más grande del mundo, descargando aceite en su camino en San Juan, Puerto Rico”.

Ross A. Klein es autor de varios libros que critican a la industria e incluso ha rendido testimonio denunciándola públicamente. En su blog cruisejunkie.com, Klein enumera que entre 1992 y el 2015 se han reportado en los medios de comunicación del mundo 317 casos de casos de faltas en las que incurrieron barcos de cruceros.

495A8771_sm

El reflejo de un hombre mientras come en la cubierta de un barco en altamar. De fondo, un área donde los trabajadores del comedor separan platos limpios de sucios. Almudena Toral/Univision

De ellos, hasta el día de hoy, unas 130 están pendientes, la mayoría del año 2008 en adelante. De ellas, más de 70 son por supuesta contaminación de agua y más de 40 por violaciones en el reglamento de manejo de desechos. También hay una decena por contaminación del aire.

En más de 44 casos no hubo condena o solo se le solicitó a la empresa una disculpa pública. Solo 120 casos han sido condenados o se han declarado culpables, detalla Klein en la base de datos de su blog. Esta se alimenta  también del informe oficial de la Oficina de Contabilidad del Gobierno de EEUU (GOA) . Las multas van desde $250 hasta millones de dólares.

Según Klein, entre estos episodios destacan penalidades como la de la Carnival Corporation de abril de 2002, cuando la empresa se declaró culpable de “numerosas ocasiones entre 1996 y 2001 donde  descargó residuos de petróleo/aceite en el mar por la aplicación indebida de equipo de prevención de la contaminación”. Por eso fue multada con $18 millones.

También está el caso del Norwegian Cruise Line de 2002, que se declaró culpable por una mala separación de los aceites en el agua de descarga y pagó $1.5 millones.

En enero de 2007, el Dawn Princess se declaró culpable por viajar en 2001 a una velocidad más alta de la permitida, “golpeando  y matando a una ballena jorobada”. Su multa fue de $750.000.

El abogado Walker explica que son multas altas porque se probó que la industria le estaba mintiendo al gobierno de Estados Unidos, al Departamento de Justicia y la Guardia Costera sobre cómo manejaban sus desechos.

“Ese es un hecho. Es un hecho que usted debe considerar al decidir si quiere confiar en ellos o no. Ellos han sido multados porque se han cometido faltas y se han declarado culpables de delitos graves”, recalca Walker.

Él añade que hoy esta industria aún se basa principalmente en el uso de bunker fuel, combustible residual que es barato y rico en químicos.

Cruisejunkie.com enfatiza que la última condena ‘alta’ la experimentó MSC Cruises en 2015. Un tribunal brasileño demostró la descarga de bolsas de basura por la borda. Esta fue documentada y denunciada por un pasajero que viajó en noviembre de 2013. Tuvo que pagar $635,545.

MSC Cruises es la misma empresa que ya firmó un acuerdo con el primer ministro de Las Bahamas para arrendar por 100 años y crear una reserva en una de sus islas. El primer viaje allí está previsto para diciembre de 2017 en un barco que pesará 160,000 toneladas y dará albergue a 5,179 pasajeros.

Como sugiere Klein en sus libros,  hoy en día tiene que cumplir más requisitos ambientales un navío de la Armada estadounidense que un crucero. “La razón de esta aseveración es que en los Estados Unidos un buque militar debe cumplir con todas las leyes del país (incluyendo las leyes ambientales). Un crucero de bandera extranjera, sin embargo, no está sujeto a muchas de esas leyes”.

“Se está utilizando el mar como un pozo de basura, como un pozo de aguas residuales, y eso no es bueno para los peces en el océano, los mismos que pescamos y comemos”, explica Farr, quien es representante del vigésimo distrito de California en un despacho del Congreso en Washington.

Desecho de desechos

Según Friends of Earth (FOE), de acuerdo a información federal “al año la industria de cruceros bota al océano al menos unos mil millones de galones de aguas residuales“, cantidad suficiente para llenar 1,5 millones de piscinas olímpicas. Se calcula que un pasajero de crucero requiere al día unos 8,4 galones de agua que luego deben ser descartados por estar contaminados con desechos humanos.

Como incide la Agencia de Protección Ambiental (EPA), eso significa que en solo una semana un navío de 3,000 pasajeros produce 200,000 galones de desechos humanos, más de 1 millón de galones de agua servida de baños y lavaplatos y unas 8 toneladas de basura sólida y desechos tóxicos por lavar la ropa. A esto se suman los desechos propios de la maquinaria y la quema de combustibles fósiles.

495A6438_barco-completo_sm

El barco Majesty of the Seas, de Royal Caribbean, saliendo de la ciudad de Miami un viernes por la tarde. Almudena Toral/Univision

Ante datos como estos, las principales cadenas de cruceros y su Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) se defienden con más cifras.

Por ejemplo, Arnold Donald, CEO de Carnival Corp., asegura en su sitio web oficial que ha reducido su consumo energético en un 25% desde 2007. Norwegian afirma estar acreditada por la norma internacional ISO 14001 para la gestión ambiental y que “los únicos residuos sólidos descargados al mar son desperdicios de alimentos que son considerados como biodegradables”.

Por su parte, Royal Caribbean se comprometió en enero a reducir un 35% las emisiones de CO2 para el  año 2020 y garantizar que los pescados que se sirvan a bordo provengan de pescaderías sostenibles. Quien certificará que así sea es la World Wildlife Fund (WWF), confirma Sheri Turnbow, líder del proyecto.

Sólo entre 1997 y 2004, WWF recibió cerca de $700.000 de Royal Caribbean  para apoyar planes de protección. Estos fondos vienen de su iniciativa llamada Ocean Fund, creada en 1996 y que ha donado  más de $6 millones a más de 35 organizaciones que trabajan para proteger el medio ambiente marino, como Blue Ocean Institute, Conservation International o The Nature Conservancy.

 

Ciencia a bordo

CLIA asegura que se hacen muchos esfuerzos y que por norma obligatoria, ninguno de sus miembros debe descargar nunca aguas residuales sin tratar en cualquier parte del mundo.

“Todos los miembros de CLIA deben garantizar la implementación de las políticas ambientales de la industria, que a menudo, supera las regulaciones internacionales”, afirma Elinore Boeke, portavoz de esta asociación.

IMG_0682_sm

Un pasajero del Carnival Ecstasy juega al golf una mañana mientras el barco surca el océano entre Bahamas y Miami. Almudena Toral/Univision

“Como debería ser obvio, la protección y el cuidado del medio ambiente es fundamental para la industria de cruceros. Nosotros dependemos de la salud de los océanos, playas limpias y cristalinas destinos que satisfagan las expectativas de los pasajeros hoy y en el futuro. (…) Hoy los barcos de crucero son históricamente las embarcaciones marítimas más favorables al medio ambiente (…) Los profesionales de manejo de desechos a bordo reciclna el 60% más de basura por persona que la persona promedio en tierra recicla cada día, reciclando 80.000 toneladas de latas de papel, plástico, vidrio y aluminio al año”, añade Boeke.

Aunque aseguran que CLIA como tal no lleva registro de estas iniciativas ni de cuánto dinero se invierte, ellos destacan que las líneas de cruceros trabajan regularmente con investigadores del océano de Universidades y ONG creíbles.

“Los científicos sí se preocupan y levantan sus voces sobre los impactos ambientales de los cruceros y otras actividades no sostenibles. Esta es la razón por la que WWF está trabajando con Royal para minimizar esos impactos tanto como sea posible”, añade la investigadora Sheri Turnbow, de WWF.

“Los científicos sí se preocupan y levantan sus voces sobre los impactos ambientales de los cruceros y otras actividades no sostenibles. Esta es la razón por la que WWF está trabajando con Royal para minimizar esos impactos tanto como sea posible”.

Uno de los lados más positivos de los cruceros para la ciencia es permitirles a los investigadores viajar de gratis hasta sitios alejados.

“En 2004 visitamos las Islas Navidad y Fanning en el Pacífico central,  y gracias a esta expedición logramos tomar miles de muestras de fósiles de corales y comprobar que el comportamiento del fenómeno climatológico ‘El Niño’ fue altamente variable durante los pasados 7,000 años”, agradeció Turnbow, quien además es paleoclimatóloga del Instituto Tecnológico de Georgia. Esta investigación fue publicada en la revista Science en 2013 y menciona al final un agradecimiento a Norwegian Cruises.

Dejando de lado la buena ayuda a la ciencia, los ambientalistas piensan que es el público consumidor el que debe actuar como perro guardián sobre el desempeño de la industria de cruceros.

“Las empresas de cruceros se publicitan como experiencias maravillosas al aire libre y salir a la mar e ir a ver las líneas costeras del mundo o los ríos navegables del mundo. Ellos no quieren que uno piense que se está montando sobre un enorme tanque séptico lleno de aguas residuales y basura”, asegura Farr.

“Lo que queremos hacer es conseguir que los consumidores, los compradores, las personas que están comprando los boletos y dan apoyo a esas empresas se pregunten. ¿Es una empresa verde? ¿Qué se hace con los residuos? ¿Cómo se trata el agua de mar antes de que lo tiren?”, apunta Marcie Keever, directora del Programa de Océanos y embarcaciones de Friends of Earth (FOE)

IMG_2180_sm

Desperdicios después de un desayuno a bordo del barco Majesty of the Seas, de Royal Caribbean. La empresa fue condenada dos veces por incumplimientos medioambientales y pagó un total de 27 millones de dólares. Almudena Toral/Univision

“La gente va a seguir tomando cruceros y no podemos evitar eso, pero queremos que lo hagan más conscientemente y que tengan buena información para tomar decisiones más inteligentes. Queremos que la gente entienda que hay mejores opciones”, concluye.

Según el sitio web de CLIA, solo en el 2008 unos 1,032,074 pasajeros visitaron Alaska en estos barcos.

Una iniciativa ciudadana logró aumentar el costo de llegar allá a través de la imposición de cuatro nuevos impuestos, incluyendo un $50 de impuesto por persona “por nuevas regulaciones ambientales”. Los propulsores de este cobro pretendían desacelerar estas visitas.

Sin embargo, en abril de 2011, la Legislatura del estado de Alaska pasó un reglamento que allanó el camino para el regreso de estas embarcaciones turísticas, reduciendo el impuesto especial para los pasajeros de cruceros de $46 a $34.50.

“La reducción de los costos operativos a través de la adopción de una estructura tributaria más competitiva ha sido clave para poner a Alaska en una senda de crecimiento”, celebró CLIA en su sitio web.

Más cruceros significan más inversión en la economía de servicios de Alaska, pero no se ha reflejado en más dinero para investigación ni leyes de protección.

Keever asegura que se están haciendo esfuerzos para regular el funcionamiento de cruceros en Alaska y en el mundo, pero cree que estos “no son significativos ni suficientes para la dimensión de la contaminación y alteración de los océanos que causan”.

“Las empresas de cruceros han sido muy buenas en mostrar su lado verde y las mejoras que han venido haciendo, y en muchos casos hasta están cumpliendo con la ley. Por eso, lo que nosotros criticamos y pensamos que está mal es la ley, que es débil. Creemos que se debe impulsar aún la implementación de la mejor tecnología posible para su uso en esa industria. Falta mucho por impulsar y trabajar”.

“Las empresas de cruceros han sido muy buenas en mostrar su lado verde y las mejoras que han venido haciendo, y en muchos casos hasta están cumpliendo con la ley. Por eso, lo que nosotros criticamos y pensamos que está mal es la ley, que es débil”.

El estudio en las ballenas de Alaska encabezado por Christine Gabriele entre 2000 y 2009 demostró la creciente invasión de ruidos contaminantes bajo la superficie de Glacier Bay.  “Sabemos que las ballenas son acústicamente adeptas y que dependen del sonido para sus vitales funciones básicas”, escribe en un informe publicado en 2009 en Alaska Park Science.

“Los buques de crucero se escuchan tres decibeles por encima de los niveles del trasfondo natural, durante 40-74 minutos cada vez que una embarcación entra o sale de Glacier Bay, según medimos con el hidrófono anclado en Lower Bay”.

Audio: Así suenan las embarcaciones bajo el agua en Alaska

Puesto que la velocidad del buque parece ser el factor dominante en determinar los niveles de ruido al que están expuestas las ballenas, el informe de Gabriele recomendó “reducir la velocidad de los buques disminuirá a su vez las probabilidades de mortandad de ballenas como resultado de colisiones entre el animal y el barco.”

Ballenas, buques, gente, todo es cuestión de aprender a vivir con el océano y no en contra de éste.