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¿QUIÉN MUERDE A QUIÉN?

El año pasado murieron tres personas en el mundo por mordida de tiburón. A cambio, los seres humanos matan unos 100 millones de tiburones cada año. Aprende sobre este necesario y desconocido animal y comparte tu favorito.

Por Clemente Álvarez

El trabajo del investigador Mauricio Hoyos requiere que a veces se ponga el neopreno y se meta en el agua. Nada especial, si no fuera porque se dedica a estudiar tiburones blancos. Sorprendentemente, no suele utilizar jaula. Tampoco se protege con ningún traje de malla de acero. “Con una presión de mordida de 1.8 toneladas por centímetro cuadrado no serviría de nada”, comenta este mexicano que desde hace 12 años marca escualos en la Isla Guadalupe, un pequeño paraíso natural a 149 millas terrestres de la costa de la península de Baja California. Solo lleva su traje de buzo y un aparato de pulsos eléctricos contra ataques que nunca ha encendido.

“El tiburón blanco es el depredador perfecto. Tiene el mejor sentido del olfato de todos los tiburones, ve muy bien y a color, y cuenta con un oído superdesarrollado, con el que detecta incluso las vibraciones de baja frecuencia de los movimientos erráticos de los peces moribundos”, cuenta Hoyos, quien además es director de la ONG Pelagios-Kakunjá.

“Pero, además, luego están las ampollas de Lorenzini, que son una serie de poros que tiene en el morro y con los que puede detectar la temperatura del agua o campos electromagnéticos. Con ellas, encuentra a las presas, aunque estén escondidas bajo la arena”, dice Hoyos. (Para ver más información sobre éste y otros tiburones, haz clic en el signo más).

De las más de 500 especies de tiburones en el mundo, la del blanco es la más temible. Sin embargo, si Hoyos se ocupa de marcarlos para recabar información científica es para tratar de salvarlos de otros depredadores mucho más letales: los humanos.

“Al principio impone mucho, pero es justo cuando uno se mete con ellos bajo el agua y los ve de cerca que se da cuenta que no son ningún monstruo”. Hay algunos ejemplares con los que ya está acostumbrado a nadar, como Lucy, la hembra de cola rota. Y otros muy difíciles de ver: como Deep Blue, uno de los mayores tiburones blancos jamás grabados. Hace unas semanas, se encontró en su ordenador un vídeo antiguo con este gigante de las profundidades y lo subió a su Facebook.

“Este es el tiburón más grande visto desde las jaulas en Isla Guadalupe… Deep Blue!!!”, escribió el investigador, que aunque en las imágenes sí aparece esta vez dentro de una jaula, no muestra ningún miedo en tocarlo. El vídeo no tardó en hacerse viral. “Al igual que con cualquier otro animal el riesgo es confiarse, pero no son asesinos”.

Si bien el excepcional Deep Blue tiene mucho de ese mundo del espectáculo que rodea también hoy a estas especies, su tamaño es una referencia interesante para desmontar una imagen equivocada de estos animales que todavía persiste. No hay mediciones fiables de la mole que aparece en las imágenes, aunque Hoyos cuenta que superaba los 21 pies (6.5 metros) de su embarcación. Con todo, entraría dentro de un rango razonable.

Según el investigador, el tiburón blanco más grande del que se tengan mediciones fidedignas es una hembra capturada al norte de Cuba, de 19 pies (6 metros) de largo. Sin embargo, si saltamos ahora a las pantallas de cine, el robot de la película de Spielberg (‘Tiburón’ o ‘Jaws’) medía más de 32 pies (10 metros), casi el doble. Por desgracia, esta no es la única exageración de este film que ahora cumple 40 años para hacer más fieros a los tiburones.

¿Qué pasa entonces con los ataques en Carolina del Norte que están sucediendo este verano, algunos de ellos muy graves con amputaciones? De los 72 ataques registrados el año pasado en todo el mundo, 50 tuvieron lugar en Estados Unidos, y de ellos, la mayoría en Florida, en especial, en el condado de Volusia (20), y, más en concreto, en la playa de New Smyrna Beach (aquí puedes ver un vídeo grabado hace unas semanas sobre la capital mundial de los ataques de tiburón).

Como explica George H. Burgess, director del Programa para la Investigación de Tiburones de Florida, la mayoría de estos incidentes son mordidas de escualos pequeños de unos dos metros y, en proporción a la gente que se mete en el agua, son muy escasos.

“Ocasionalmente, pueden encontrarse en las playas de Florida otros tiburones más grandes, como el tiburón toro o el tiburón tigre, que buscan presas grandes como otros tiburones, rayas o tortugas marinas”, detalla el investigador, que explica que ahora es justo época de cría de tortuga. Como ha pasado en Carolina del Norte, estos ataques ocurren, pero son todavía más raros.

Casi siempre, además, se trata de accidentes. “Si los tiburones quisieran comer humanos, habría miles y miles de ataques todos los años. Pero por lo general los tiburones se alejan cuando detectan a gente porque no somos parte de su dieta, no somos animales marinos. La mayoría de las veces se alejan, no les interesamos. Claro que, en ocasiones, comenten errores”.

Probabilísticamente, hay muchas otras cosas por las que preocuparnos antes en una playa. “No creo que debamos temer a los tiburones”, comenta Burgess, que en cambio sí cree que hay que tenerles respeto. “Cuando entramos en el mar, sean a Carolina del Norte, Florida o donde sea, no estamos entrando en la piscina de un hotel”.

La realidad es que aquellos que están siendo brutalmente cazados, de forma premeditada, son los propios escualos. Estimaciones como la de 2012 del investigador Boris Worm, de la Universidad de Halifax (Canadá), sugieren que los seres humanos matan unos 100 millones de tiburones al año, es decir, más de 11,000 cada hora. “Los tiburones son desde hace unos años el grupo de especies de peces más amenazado del planeta”, incide Georgina Saad, directora del Programa de Especies Marinas de WWF en México, que explica cómo esto, en gran medida, es por culpa de una sopa.

Algunas de las especies que peor paradas están saliendo son las del tranquilo tiburón martillo, el animal con el que los buceadores empezaron a perder el miedo a nadar entre escualos. Como detalla esta bióloga marina, el tiburón martillo ha sido uno de los más pescados para cortarle las aletas, por las que se pueden pagar 100 dólares el kilo en el mercado asiático.

Es lo que se denomina ‘aleteo’, para hacer sopa de aleta de tiburón. El resto de la carne a menudo se desperdicia. O se vende a precio ínfimo. “¿Cuál es el valor de un animal que tarda tantos años en crecer, y en reproducirse, y que juega un papel clave en los ecosistemas?”, se pregunta Saad.

El tiburón ballena es el pez más grande del mundo. Este asombroso animal puede llegar a pesar 20 toneladas y vivir hasta 70 años. De gran docilidad y diminutos dientes, no asusta tanto como otros escualos, lo que le ha ayudado a convertirse en una atracción en aguas tropicales. En sitios como Estados Unidos o México no se pesca y contribuye a generar ingresos por el turismo.

Sin embargo, como lamenta la bióloga marina, en otros países asiáticos, como Filipinas, también se le corta las aletas. “El aleteo afecta a todos los tiburones”, se indigna. “La sopa de tiburón yo simplemente la prohibiría. Yo diría, señores a partir de ahora no se puede vender sopa de tiburón y el restaurante que lo venda será multado. Y a continuación presionaría a los países que siguen permitiéndolo”.

Aunque el mayor problema está en Asia, fuera también hay locales que la sirven. Y los pescadores que las cortan pueden estar por cualquier parte. De forma reciente, la Policía de Ecuador se incautó de 200,000 aletas en la ciudad portuaria de Manta. El cargamento estaba a punto de ser enviado de forma ilegal a Asia y se calcula que había supuesto la muerte de al menos 50,000 tiburones.

Cuando esta bióloga marina va al mercado a comprar, está muy atenta a lo que hay en la pescadería: “Yo, primero, escojo a quién compro el pescado. Esto es muy importante. Y, dos, sé distinguir lo que es carne de un pez normal y de un tiburón. Es muy blanca y no tiene las fibras tan pequeñas”. Saad sabe diferenciar entre una especie comercial y otra que no debería estar ahí.

Claro que el consumidor lo tiene mucho más complicado. “En mercados de México hemos visto que se ha llegado a vender carne de tiburón blanco. A veces se vende como atún, incluso dejando puesta la aleta del tiburón, que es muy característica”. Por desgracia, en otras ocasiones resulta mucho más difícil saber de qué especie se trata y dónde se ha cazado. Ya sea de lo que llega a la pescadería o del contenido de unas píldoras con cartílago de tiburón.

Lo más sorprendente de los tiburones es lo mucho que desconocemos todavía de ellos. En parte, esto se debe a su dificultad para ser estudiados. En el caso de Mauricio Hoyos, lo difícil no es ya meterse en el agua con los tiburones, ni sacarles del agua para marcarlos, sino simplemente acceder a la lejana isla Guadalupe.

Para él el viaje solo se compensa si va para perderse tres o cuatro meses. “Desconocemos muchas cosas de ellos, no sabemos dónde se reproducen, ni tampoco dónde tienen a sus crías”, incide el director de Pelagios-Kakunjá, que considera esta información clave para proteger las zonas más sensibles en su reproducción.

La posibilidad de contar hoy en día con distintos tipos de marcadores como los que coloca el investigador mexicano y seguir por satélite los movimientos de los tiburones está revolucionando su estudio. Fue al empezar a trabajar con estas nuevas tecnologías cuando se descubrieron casos como la del tiburón blanco hembra P12, documentado en un artículo de Science en 2005.

El ejemplar, de 12 pies (3.80 metros), dejó atónitos a los científicos al comprobar que había viajado 6,897 millas terrestres de Suráfrica a Australia, para aparecer meses después en… Suráfrica. Este escualo había completado una increíble migración de ida y vuelta, de más de 13,000 millas. Quedaba entonces en evidencia lo mucho que hay por descubrir todavía sobre los tiburones. Desde entonces, se han sucedido los estudios que muestran la gran movilidad de estos animales.

Uno de los trabajos más completos con marcadores ha sido publicado de forma reciente por James S. E. Lea, del Instituto de Investigación Guy Harvey de Florida, y desvela cómo los tiburones tigre repiten patrones anuales en desplazamientos de cerca de 4,660 millas entre los arrecifes de coral del Caribe en invierno y las aguas abiertas más al norte del océano Atlántico en verano.

Tiburones

Estas migraciones son más parecidas a las de las de aves, reptiles o mamíferos que a las de los peces. Todas estas investigaciones muestran que son animales increíbles, pero también que son difíciles de proteger. “Los tiburones son sumamente móviles, no respetan fronteras humanas”, incide Hoyos. “No sirve de nada que estén protegidos en Estados Unidos o en México si cuando bajan más al sur se les caza”.

No tiene sentido acabar con estas increíbles criaturas por una sopa, pero tampoco dejar que no nos importen por que nos den miedo. Aunque Estados Unidos es el lugar del mundo con más ataques de tiburón, es mucho más probable morir por la caída de un rayo (26 muertes en 2014, de las que seis fueron en Florida) que de una mordedura de un escualo (cero muertes en 2014, y solo tres en el resto del mundo: dos en Australia y una en Sudáfrica).