El cuerpo de Alyssa poco a poco fue despertando. Comenzó con un fuerte dolor de columna que se extendió a la cabeza y el cuello. “¿Qué me pasó anoche?”, se preguntó a sí misma, aletargada en el carro mientras volvía de unas vacaciones de crucero. Levantó su vestido y descubrió en sus piernas cientos de moretones. En sus manos faltaban dos uñas postizas. No volvían los recuerdos de esa última noche de fiesta en altamar. Cuando miró más abajo, sus tobillos estaban hinchados. Todo le dolía. No recordaba nada.
“No podía creer que mi cuerpo luciera de esa manera”, contó Alyssa en una entrevista con Univision Noticias.
Pasó cuatro noches y cinco días de crucero por México (el nombre de la compañía se omite porque el caso está en litigio). Su hija adolescente, su madre y dos amigas la acompañaban. Todo transcurrió bien hasta la última noche. Todas fueron a dormir, pero ella se quedó en el bar del casino un rato más. Dos sujetos, uno blanco, alto y fornido, y un hispano de poca estatura, se le acercaron y la rodearon. Ella bebió el último Jack Daniels con Coca-Cola de la noche –que pasó por varias manos de la barra antes de las suyas–, se levantó de la silla e intentó salir del lugar entre la multitud.
“Eso es lo último que recuerda”, se lee en el informe que levantó en tierra el Departamento de Policía de Forth Worth, Texas, que asegura hubo una “agresión sexual”.
Un crimen que ocurre en altamar no es igual a un crimen en tierra firme. En los barcos no existe un equivalente al 911 al que llamar en caso de emergencia y es imposible que la policía llegue al rescate en minutos cuando un barco navega en el medio de la nada. Son las propias compañías de cruceros quienes están a cargo de la seguridad.
Como Alyssa, cada año cientos de personas son víctimas de delitos en los barcos que tocan puertos de Estados Unidos.
La Ley de Seguridad y Protección en Cruceros (Cruise Vessel Security and Safety Act) vigente, aprobada por el Congreso en 2010, obliga a las compañías a registrar los presuntos crímenes que se cometen a bordo y a poner a disposición del público y del Buró Federal de Investigaciones (FBI) la información de nueve categorías de incidentes: homicidios, muertes sospechosas, ataques con daños serios, secuestros, agresiones sexuales incluso contra menores de edad y con el uso de drogas para neutralizar a la víctima, incendios o daños contra los barcos, robos mayores de 10,000 dólares y desapariciones.
La obligación de reportar esos casos se da siempre y cuando los delitos hayan sido cometidos contra ciudadanos estadounidenses.
Cuando las víctimas denuncian un delito a bordo, son los empleados de seguridad del mismo crucero y no las autoridades oficiales, quienes hacen las primeras indagaciones y colectan las evidencias. En algunos casos las resguardan hasta que el crucero llegue a tierra firme.
“Puedes tener de dos a cinco mil personas en esos barcos y realmente no hay policías, ni hospitales, ni bomberos. No existe nada de eso, pero igual tienes a una cantidad de personas similar a la que podría estar viviendo en una ciudad”, explicó a Univision Noticias la congresista demócrata por California Doris Matsui, una de las promotoras de la ley.
Los pasajeros desconocen que si son estadounidenses pueden llamar inmediatamente al FBI, a la policía o a su embajada en el siguiente puerto, pues la legislación establece que los cruceros deben facilitar una línea telefónica directa y gratuita a las víctimas.
Los no estadounidenses en cambio deben acudir a la policía del país en el que el barco tiene su bandera en caso de ser víctima de un crimen, pero sin garantías de que serán atendidos.
CLIA asegura que requiere a sus asociados reportar a la autoridad competente todos los incidentes que ocurren a bordo de embarcaciones que zarpan o atracan en puertos estadounidenses, sin importar la nacionalidad de los involucrados.
Una base de datos que elaboró la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y que analizó Univision Noticias revela que de 265 cruceros activos, uno tiene bandera de Estados Unidos. Solo en ese barco, los extranjeros tienen derecho a hacer sus reclamos judiciales en suelo estadounidense. La mayoría de embarcaciones está registrada en Bahamas (33%), Malta (13.9%) y Panamá(13.5%), y las víctimas de delitos cometidos a bordo están sometidos a la justicia de dichos países.
Nadie explicó a Alyssa qué debía hacer. Ella no despertó la agitada mañana del desembarque en su cabina. Tampoco recuerda dónde estaba cuando abrió los ojos. La familia, preocupada, corrió a denunciar la desaparición en servicios al huésped cuando notaron que la mujer no durmió en su cama. Mientras, un trabajador del barco la acompañó a su camarote –cuando aún estaba bajo los efectos de alguna droga– y le pidió recoger sus cosas rápidamente para no trastocar los itinerarios. “Bajen del barco, bajen del barco. Van retrasadas”, recuerdan que les dijo el tripulante.
No le preguntaron sobre su desaparición ni tomaron una denuncia a bordo. No se realizó el cierre de la escena, ni tampoco una evaluación médica para recabar las muestras que probaran la violación. No se hizo nada.
La congresista Matsui cuenta las dificultades que padecían las víctimas de crímenes en cruceros antes de la aprobación de la ley a través de uno de muchos testimonios que escuchó entonces, el de una mujer violada en un barco en 2006: Laurie Dishman.
“Ella esperaba recibir atención médica, esperaba poder reportar lo que le ocurrió a las autoridades oportunamente. Nada de eso pasó”, cuenta Matsui a Univision Noticias. “Ella regresó (a Estados Unidos), fue al puerto, reportó lo ocurrido al FBI, pero nada pasó”, agrega. “Ella necesitaba tener registros médicos sobre lo ocurrido de parte del barco y no había nada disponible (…) Sin evidencias, el FBI no pudo hacer mucho, así que Laurie vino a mí a contarme su historia”.
En su preámbulo, la ley revela que durante los cinco años previos a su aprobación, la falta de cifras y el vacío legal que implica estar en alta mar dificultaba aplicar un procedimiento específico frente a un crimen y colocaba a los pasajeros en una situación de alta vulnerabilidad. Para entonces, las agresiones sexuales y físicas lideraban los delitos investigados por el FBI.
Números negros
El tipo o el número de crímenes que ocurren en el mar es apenas una fracción de lo que se ve en tierra firme. Así lo afirmó a Univision Noticias André Picciuro, consejero de la asociación que aglutina a las mayores líneas de la industria (CLIA), incluidas las dos que dominan 70% del mercado mundial: Carnival y Royal Caribbean.
CLIA sustenta su argumento de que los cruceros son sitios seguros en un estudio del criminólogo James Alan Fox. En 2015, este académico realizó un paralelismo entre los índices delictivos de una ciudad versus los de un barco, basado en estadísticas de crímenes en tierra registrados por el FBI y en los reportes de cuatro empresas de cruceros, ocurridos entre julio del 2012 y diciembre del 2014.
Fox solo comparó tres tipos de delitos: homicidios, violaciones y agresiones con daños serios. Concluyó que, por ejemplo, la tasa de violaciones a bordo es de 8.6 por cada 100,000 personas, frente al 24.7 por cada 100,000 habitantes de todo Estados Unidos. “Es 65% más baja que el total del país”, asegura en el documento.
El estudio no incluyó los reportes de crímenes de la totalidad de las empresas de cruceros y dejó por fuera cinco categorías de delitos que deben ser registrados según la Ley estadounidense. Los libros de incidentes a bordo que las navieras entregaron al FBI en 2011 –cuya copia tiene Univision Noticias- evidencian que otras ofensas ocurridas en altamar –en su mayoría de caracter sexual- son excluidas de los reportes voluntarios que publican las compañías en sus páginas web.
En 2014, la Oficina de Rendición de Cuentas del gobierno de EEUU (GAO) había puesto en entredicho que se usen solo los datos del FBI para dimensionar el problema.
Primero, porque en los casos en que no se abrieron investigaciones, tampoco se contabilizaron los crímenes. Esto deja una cifra considerable de denuncias fuera del registro y del conocimiento público. Segundo, porque la lentitud de los procesos judiciales retrasa los reportes, con lo que pueden tardar meses y hasta años en sumarse a la cuenta. Y tercero, porque los datos no se ponen en contexto en relación con, por ejemplo, las tasas de criminalidad de ciudades con una población de 3,000 habitantes, similares a la que viaja en un crucero, para que los turistas puedan tomar mejores decisiones.
En 2013, un comité que preparó un informe al senador demócrata John Rockefeller concluyó que desde 2011 la Guardia Costera solo hizo públicos 31 crímenes en sus bases de datos. Se trataba solamente de los casos cerrados. Sin embargo, las líneas de cruceros habían reportado 959 presuntos crímenes al FBI.
Además, hallaron que las estadísticas sobre delitos contra menores de edad “no fueron contabilizadas en las estadísticas disponibles”, a pesar de que los registros –no publicados– indican que son víctimas en un “porcentaje significativo” de las agresiones sexuales.
James Walker plantea que un incidente puede ocurrir por igual en mar o en tierra. Alega que las navieras “toman la postura de que los crímenes no ocurrieron”, pues “no quieren ser vistos como una isla flotante sin ley”.
Radiografía de los delitos
Univision Noticias analizó los crímenes incluidos en los libros de las empresas de cruceros y reportados al FBI en 2011, justo el primer año después de la promulgación de la Ley de Seguridad y Protección en Cruceros.
Estas cifras incluyen todos los crímenes reportados a bordo de las embarcaciones –según la ley– y no solo los casos de investigaciones cerradas, que utiliza la industria para argumentar que son pocos los delitos que ocurren en alta mar.
Así, en 2011 fueron identificados unos 563 crímenes, según el análisis de Univision Noticias. Después de las peleas o riñas (248 casos), un tercio (149) de los delitos eran de naturaleza sexual: en su mayoría toqueteos, seguidos por violaciones y agresiones sexuales.
Entre ellos, 20 involucraron a menores de edad. Uno de los reportes cuenta que la noche del 6 de marzo de 2011, una adolescente acompañó a un joven a su cabina a buscar un abrigo pues irían a ver las estrellas. En la habitación él la besó, le bajó los pantalones a la fuerza y la violó. Luego la amenazó: “Le dijo que si mencionaba algo, la encontraría” en el barco.
87.5% de las víctimas de abusos y agresiones sexuales fueron mujeres y la mayoría de los ataques ocurrieron entre las 7 pm y las 6 am en navíos operados por Carnival y Royal Caribbean, según datos analizados por Univision Noticias.
Uno de los casos más conocidos de aplicación de justicia es el de Paul Trotter, un supervisor de juegos infantiles denunciado por delitos sexuales contra 13 niños británicos y dos estadounidenses –entre 2007 y 2011– en dos buques operados por Cunard, marca de Carnival: el Queen Mary II y el Queen Elizabeth.
A Trotter se le acusó de 13 agresiones sexuales y por tomar y poseer imágenes indecentes de los menores. Él se declaró culpable.
En 2011, hubo 18 casos de violaciones reportadas, 14 agresiones que incluyeron sexo forzado y 15 más sin penetración, según los datos obtenidos por Univision Noticias. La exposición indecente, la mala conducta sexual y otro tipo de contactos completan los 149 incidentes de naturaleza sexual.
Entre las víctimas de abusos y agresiones sexuales, 87.5% fueron mujeres. Todos los agresores fueron hombres. La mayoría de los ataques se dieron entre las 7 pm y las 6 am en navíos operados por las grandes empresas del mercado: Carnival y Royal Caribbean, especialmente en los barcos Carnival Liberty y Monarch of the Seas.
En el caso de Alyssa, su violación ocurrió luego de las tres de la madrugada. Ella presume que fueron dos pasajeros a quienes conoció en Cozumel, México, y con quienes coincidió la última noche en un bar del barco.
De acuerdo con los datos de los libros de incidentes en los cruceros analizados por Univision Noticias, casi dos tercios de los agresores identificados eran pasajeros, mientras que el resto eran empleados de la naviera.
Sin embargo, al revisar los delitos reportados por la Guardia Costera los números son mucho más bajos, pese a haberse contabilizado en un periodo mayor, de enero de 2010 a septiembre de 2015.
En ese período, el FBI cerró apenas 153 investigaciones por crímenes en cruceros. En su mayoría son ataques sexuales (66% de los reportes), seguidos por agresiones con heridas serias, muertes sospechosas, robos mayores a 10,000 dólares, dos estadounidenses desaparecidos y un caso de daño a la embarcación.
La mayoría de los incidentes sexuales –en el grueso de los casos las víctimas son viajeros– se registraron principalmente en barcos de Carnival y, con menos reportes, en Royal Caribbean. Esto bien se podría explicar por el hecho de que ambas compañías son las que tienen más barcos y trasladan más pasajeros.
Univision Noticias entrevistó a casi una decena de víctimas de violación. En ninguno de los casos hubo un culpable detenido. En su mayoría las denuncias se resolvieron con indemnizaciones de parte de la compañía de cruceros involucrada y con acuerdos de confidencialidad que prohíben a las mujeres revelar el barco donde viajaron, sus nombres, sus historias y la suma de dinero que recibieron.
Jason Margulies, abogado de una de las mayores firmas de litigio contra los cruceros en Miami, Florida, aseguró que son pocos los arrestos y cargos criminales que se materializan. Incluso conoce de casos de agresores que al ser despedidos de una línea de cruceros son contratados por otra o permanecen trabajando en el mismo barco durante la investigación.
Para Margulies, la consecuencia es que los victimarios confían en que lo peor que podría pasarles es que los bajen del barco en el siguiente puerto y que, de ser empleados, los devuelvan a casa.
Una solicitud de información oficial (FOIA) a la que tuvo acceso Univision Noticias muestra la precariedad de los datos disponibles sobre los crímenes que ocurren a bordo. En un pequeño recuadro de la respuesta del FBI, se muestra que en 2012 la agencia federal registró 18 casos abiertos por delitos en cruceros, sin precisar en qué año ocurrieron; 4 detenciones, 5 acusaciones y 4 condenas, sin ninguna información adicional sobre su origen y que permita relacionarlos con las investigaciones en curso. Lo mismo pasó con las estadísticas de 2013. Solo se leen números aislados. El organismo abrió 41 investigaciones, detuvo a 4 presuntos implicados, igual número fue acusado y hubo 3 condenados.
Univision Noticias intentó en varias oportunidades obtener una entrevista con algún agente del FBI encargado de las investigaciones en cruceros para conocer cómo se explican estas cifras y cómo se investiga y se imparte justicia en los crímenes en alta mar, pero no obtuvo una respuesta concreta.
En un ambiente de indefensión para quienes sufrían delitos en cruceros e incluso antes de la promulgación de la ley de 2010, nació la Asociación Internacional de Víctimas. Empezaron apoyando los casos de cuatro familias en Estados Unidos, pero ya se han extendido a 25 países.
Kendall Carver fue uno de sus fundadores y también uno de los promotores de la ley promulgada en 2010. En agosto de 2004 su hija desapareció en un crucero de Royal Caribbean que viajaba por Alaska. Nunca pudo saber qué pasó con ella. Fue tres años después de desaparecida cuando la compañía admitió la existencia de un video de cuando se le vio por última vez.
Carver asesora a las víctimas, incluso a las no estadounidenses que al no tener una ley que las ampare, deben acogerse a las autoridades de los países en los que tienen bandera los barcos donde viajaban.
Además de atender sus casos, la organización escucha sus historias y las documenta a través de la web de la asociación, con la finalidad de que el público conozca todo lo que puede ocurrir en un crucero.
Una llamada al vacío
Durante los meses que siguieron a su violación, Alyssa combinó sus actividades de rutina –como llevar a sus dos hijos al colegio, trabajar, cuidar al hijo de una de sus amigas– con el seguimiento de su caso judicial, haciendo numerosas llamadas a la línea de cruceros.
–Llamo para preguntarles sobre el estatus de mi caso, de la violación sexual de la que fui víctima en el barco– dijo por teléfono Alyssa a la operadora de una de las dos grandes navieras del mercado, en una conversación de la que Univision fue testigo.
–Me parece que ha escalado y al parecer las autoridades la llamarán– respondió la mujer al teléfono.
Alyssa ya está acostumbrada a esperar. Después de esta llamada, nunca más supo de la empresa de cruceros.
–Ok– respondió Alyssa– Y ¿qué hará la empresa? Ya recibí una llamada de un agente del FBI. Pero han pasado 47 días del incidente y no he escuchado nada de la empresa de cruceros.
–Lo hemos pasado a instancias superiores. Escapa de nuestras manos. No hay nada que podamos hacer.
–Ok, ¿y qué hay sobre la grabación de las cámaras en el crucero? Porque mi cuerpo estuvo desaparecido por siete u ocho horas y fue brutalmente golpeado y agredido sexualmente.
–Entiendo. Esa es la razón por la que lo hemos dejado en manos de las autoridades. No nos compete a nosotros hacer algo.
Tras insistir en el tema de las grabaciones, la operadora respondió a Alyssa que la presencia de cámaras en el crucero “no responde a una política estatal” y que “no son requeridas en todas las áreas”. Sin embargo, la ley federal promulgada en 2010 establece que todos los cruceros deben tener un sistema de vigilancia por videos que pueda documentar incidentes y sirva como evidencia.
En los últimos meses, el FBI tomó su caso, que está bajo investigación. Ella espera una cita en la Corte para finales de 2016. Su aspiración es que pueda avanzar la acusación criminal contra sus dos agresores. Después emprenderá una demanda civil contra la empresa de cruceros.
Alyssa usa candados en todas las puertas de su casa y vigila celosa que siempre queden asegurados. También toma clases de defensa personal con un amigo policía, quien le enseña a zafarse de las manos de cualquiera que sea más fuerte que ella e incluso a neutralizarlo con llaves de sumisión. Sus hijos la acompañan. Ella quiere que también sepan defenderse.
Además asiste a una terapia. Quiere olvidar los golpes que se vio frente al espejo esa mañana, sin ropa. Quiere olvidar esas sensaciones que le confirmaron que fue violada. Quiere dejar de mirar su cuerpo y recordar los rostros de los hombres que ella piensa que la agredieron. Siente miedo.
Distintos abogados y especialistas consultados por Univision Noticias coinciden en que la venta de alcohol en los cruceros es uno de los elementos que propicia la comisión de crímenes a bordo.
“Hay una correlación directa entre el alcohol y que ocurran cosas malas (…) Es increíble la cantidad de alcohol que hay en un crucero”, dice el abogado James Walker, quien asegura que conoce casos de víctimas a quienes bartenders les han servido más de 20 tragos en un período de cuatro o cinco horas.
Otro abogado, Jason Margulies, asegura que quienes trabajan en las barras reciben entrenamientos para promover el consumo de bebidas, pero no para detener a quienes ya están pasados de tragos. “Tratan de elevar las ganancias a bordo, de que esa gente gaste tanto dinero como se pueda y los dos lugares donde hacen eso son el casino y los bares”.
Para los cruceros, la venta de bebidas alcohólicas representa –junto con los juegos de azar–una de sus fuentes de ingresos más lucrativas, según refieren en sus informes anuales las tres principales empresas del sector, Carnival, Royal Caribbean y Norwegian.
Esa es la razón por la que en los distintos bares y mesas de a bordo pueden verse con frecuencia pequeños anuncios que incitan a comprarlas. “Las anécdotas son 17% más graciosas con un trago”, se lee en una de ellas.
Corrección: En una versión anterior de esta historia, se afirmó que el estudio del criminólogo James Alan Fox se hizo con cifras de casos cerrados por el FBI ocurridos a bordo de los cruceros. Lo correcto es que Fox utilizó los datos de delitos reportados por las navieras.