Un proceso natural que se aceleró miles de años

El presidente Evo Morales contó la anécdota a finales del año pasado para demostrar que el lago Poopó -el segundo más grande de Bolivia- se seca en ocasiones para después llenarse de agua y de peces: su padre, dijo el presidente boliviano, cruzó en bicicleta el lago siendo muy joven y pedaleó más de 150 kilómetros entre su pueblo natal, Orinoca, y Oruro, la capital del departamento.

“Él llevaba su fiambre, su tapeque en la espalda listo para comer y, sin parar, él llegaba cruzando el lago Poopó”, contó el primer presidente indígena de Bolivia, en respuesta a los expertos que han denunciado que la desaparición del segundo lago más grande del país no responde esta vez a un ciclo regresivo cualquiera y que podría tardar muchos años en recuperar las condiciones para volver a sostener un ecosistema acuático.

En efecto, esta no es la primera vez que el lago Poopó se retracta y así lo muestran algunas imágenes satelitales disponibles y los testimonios que vecinos como Valerio Rojas escucharon, a través del relato de sus abuelos, que señalan que antes de la Guerra del Chaco (1932-1935) el lago casi desapareció y “no tenían qué comer”.

Pero hay muchos indicios de que en esta oportunidad no será igual, como lo explica Milton Pérez, agrónomo de la Universidad Técnica de Oruro (UTO), que se ha dedicado al estudio de los ciclos naturales del lago.

Pérez afirma que otros ciclos regresivos, como los de 1932 o 1994, fueron mucho más cortos. “Fueron desecamientos temporales de seis semanas, un mes o, exagerando, dos”. La resiliencia del Poopó hizo entonces que el nivel del lago se recuperara con las lluvias, así como su ecosistema y su función como regulador de clima de la región.

Pese a que el mes de marzo regaló una semana de lluvias al lago, la temporada húmeda en este sector del Altiplano boliviano está a punto de acabar y no regresa hasta octubre. En consecuencia, las posibilidades de que vuelva a ser una fuente de recursos para los comunarios de la zona próximamente son prácticamente nulas.

Según explica Pérez, al ciclo natural del lago se le han unido en esta ocasión otros factores agravantes, como el aumento de la temperatura de la zona entre 0.6 y 0.9 grados centígrados (entre 42.8 y 48.2 Farenheit) que provoca una evaporación más rápida de las aguas. A esto se añade el fenómeno de El Niño, cada vez más frecuente y potente, que disminuye las precipitaciones en la zona y hace que el Poopó no tenga tiempo suficiente de recuperarse entre un ciclo de sequía y el siguiente.

Otros efectos de la actividad humana, apunta el experto, también le han hecho daño al Poopó: la desviación del río Desaguadero, que debería verter su cauce en el lago y ahora llega apenas sin agua a la zona; las explotaciones mineras, que han contaminado el lago y acelerado su proceso de desecación natural; y la actividad agropecuaria, que ha hecho que se depositen toneladas sedimentos en el Poopó.

Esto último ha modificado su perfil topográfico y ha convertido el lago de una hondonada a prácticamente en una planicie, por lo que aunque llueva, es más fácil que el agua se evapore. “Todas estas actividades antropocéntricas combinadas con fenómenos naturales han hecho que se acelere el desecamiento”, explica el agrónomo de la UTO.

“El lago Poopó tenía que secarse, pero de aquí a 2,000 o 3,000 años”, dice Pérez.

El Poopó, opina Pérez, podría recuperarse completamente en un plazo de 20 años y solo si se minimizan todos los factores que han contribuído a su desaparición. Con la muerte del lago, decenas de especies de peces, aves, reptiles y mamíferos murieron o se vieron forzadas a migrar y las plantas que tomaban sus nutrientes del lago desaparecieron con él.

Millones de peces murieron casi un año antes de que el Poopó se agotara, en un episodio que los vecinos achacan a un viento fuerte que los empujó fuera del lago. Para los científicos, esa fue una clara señal de que el agua no tenía la suficiente profundidad ni los niveles de oxígeno requeridos para que los animales se mantuvieran con vida. A juicio de los expertos, aunque el Poopó recupere el agua, será complicado que vuelva a tener condiciones para poder albergar un sistema acuático, al menos de manera inmediata.

Una de las migraciones más visibles de especies es la del flamenco andino o pariguana. Cada año, esas aves volaban desde Chile hasta el Poopó para desovar, pero al no encontrarlo en 2015, siguieron rumbo al norte hasta encontrar el lago Uru Uru, aledaño a Oruro, que recibe aguas residuales de la ciudad. Los flamencos andinos, que se alimentan de algas, sobreviven ahora rodeados de basura e ingiriendo sustancias tóxicas de las mineras en las aguas del Uru Uru.

La desaparición de los peces y las aves provocó que los pueblos aledaños al Poopó se hayan quedado semivacíos. La mayoría de los vecinos de Untavi y Villa Ñeque, dos localidades que dependían del lago para su subsistencia, se fueron a otras ciudades e incluso a otros países de la región para buscarse la vida; y los que quedan podrían correr la misma suerte si el lago no se vuelve a llenar como esperan.

El gobernador de Oruro, Víctor Hugo Vásquez, es paisano y compañero de partido de Evo Morales y coincide con el presidente boliviano en que no hay ninguna duda de que el lago volverá a ser el mismo dentro de unos años. Mientras tanto, dice Vásquez, su gobierno ayuda a los pueblos afectados por la desaparición del Popoó entregando víveres a las familias más afectadas y creando proyectos alternativos como criaderos artificiales de pescado.

Para él, los problemas actuales del lago son consecuencia del cambio climático y éste, a su vez, es responsabilidad de los países industrializados y del capitalismo.

“Estoy convencido, doy mi cabeza (…) Estoy muy pronto a invitar en los próximos años a decirles: ‘Aquí está. Vengan, compañeros intelectuales a que vean otra cosa’. El lago Poopó se va a volver a llenar y va a ser fuente de riqueza y de subsistencia de nuestras familias”, sostiene el gobernador.