“Ninguna unión es más profunda que la del matrimonio, ya que encarna los más altos ideales del amor, la fidelidad, la dedicación, el sacrificio y la familia. En la formación de una unión matrimonial, dos personas se convierten en algo más grande que ellos mismos”.
Así es como el magistrado Anthony Kennedy comenzó el párrafo final del documento que cambiará para siempre el curso de la historia LGBT en Estados Unidos. El 26 de junio del 2015, el matrimonio igualitario se convirtió en un derecho inequívoco y constitucional en los 50 estados, Puerto Rico y territorios de Estados Unidos, con un fallo de la Corte Suprema 5-4.
Con la decisión de la Corte, Estados Unidos es el país número 22 en aprobar el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Hay algunos derechos que se dan por sentados y los que se derivan del matrimonio están entre ellos. No obstante, para las parejas del mismo sexo estos derechos podrían significar la diferencia entre la dignidad y la humillación, entre la vida y la muerte.
La Huella Digital entrevistó a varias parejas y familias que lucharon en las cortes para poder tener los mismos derechos que cualquier persona casada en Estados Unidos. Nos hablaron de sus historias, de los desafíos que enfrentaron, de los temores que sintieron, del venturoso futuro que les espera y de los obstáculos que aún deben superar.
Paul / Randy
Paul Campion (izquierda) and Randy Johnson (derecha) con sus hijos. Con la aprobación del matrimonio igualitario en todo el país, ambos esposos pueden ser considerados padres de los cuatro chicos.
Por Elizabeth Cotte
Cuando a Paul Campion le diagnosticaron un cáncer en el 2012, su esposo Randy Johnson se asustó. Sintió temor no sólo por la enfermedad de Paul sino también por la indefensión en la que quedaría su familia si a su compañero por 27 años le pasaba algo. Paul y Randy viven en Kentucky, estado que, para el momento del diagnóstico, no reconocía su matrimonio ni los derechos de paternidad de sus cuatro hijos; uno era el padre legal, el otro era solo un “guardián leal”. DeSean, uno de sus hijos, aspira a que la decisión de la Corte Suprema de extender la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo a todo el país les dé a sus padres un respiro en lo económico y en lo emocional y fortalezca la familia. “Quiero que nos vean como iguales y que podamos tener los mismos derechos que otros”.
La situación de April de Boer y Jayne Rowes, enfermeras profesionales, era similar. Ellas desafiaron las leyes de Michigan que les impedían compartir legalmente los derechos y responsabilidades que tenían con sus hijos. Una de ellas tenía un niño adoptado y la otra había adoptado a dos niñas, pero las dos se sentían madres de los tres. El estado, sin embargo, no se los reconocía y por eso demandaron. Su demanda, finalmente, fue incorporada (al igual que la de Campion y Johnson, y muchas otras más) en el caso Obergefell vs Hodges, que fue examinado por la Corte y fallado favorablemente el pasado 26 de junio.
La de Paul y Randy, y la de Boer y Rowe, son parte de las entre 200,000 y 300,000 parejas del mismo sexo que están criando niños en Estados Unidos. Algunas están casadas, otras en uniones civiles, muchas en convivencia doméstica, pero casi todas con una cantidad significativa de hijos. Decenas de miles de menores a quienes se les ha dado un tratamiento “diferente” desde que las familias gays comenzaron a ser parte del tejido social de este país.
Diferente y restrictivo debido a una gran cantidad de factores, que van desde la desigualdad ante la Ley (previa al dictamen de la corte en el caso de Obergefell vs Hodges), pasando por el desconocimeinto y los prejuicios, hasta la regulaciones impuestas recientemente para tratar de impedir que las parejas gay formen una familia mediante la adopción.
Debido a esas leyes y estatutos, los hijos de matrimonios gay no gozan de los mismos beneficios y reconocimientos que los menores nacidos o adoptados por parejas de sexo opuesto. Uno de los ejemplos típicos es el de un matrimonio gay en el que uno de los miembros es padre biológico y ni la relación ni la filiación están regularizadas. En ese caso, si fallece uno de los padres, el hijo no puede heredar sus beneficios. O si muere el padre o madre biológico se le niega al menor el derecho de seguir viviendo bajo la tutela del padre sobreviviente.
Cuestión de dignidad
Al expresar la opinión de la mayoría de los magistrados de la Corte que votaron a favor de extender la legalidad del matrimonio a todo el territorio del país, el magistrado Anthony Kennedy escribió: “Muchas parejas del mismo sexo han proporcionado el cariño y la protección de un hogar a sus hijos, ya sean biológicos o adoptados. Sin el reconocimiento y la estabilidad que ofrece el matrimonio, esos niños sufren el estigma de saber que sus familias son de alguna manera inferiores. Sufren también del costo material que implica ser criados por padres no casados y son relegados a una vida familiar más difícil e incierta. Las leyes vigentes a este respecto dañan y humillan a los niños de parejas del mismo sexo”.
Las palabras del magistrado Kennedy llevan tranquilidad a padres como Randy Johnson, quien afirma que tratando de legalizar a su familia invirtió una energía que hubiera podido usar para fortalecerla. Pero no despejan por completo el camino para las parejas del mismo sexo.
Días antes de la muy esperada decisión del Supremo, la abogada Myrna Maysonet, de Florida, aseguraba que “el dictamen de la Corte [que ella esperaba favorable] no resuelve automáticamente la situación de indefensión de las decenas de miles de hijos de matrimonios entre personas del mismo sexo, porque cuando en Estados Unidos las relaciones de filiación no han estado claras o presentan irregularidades se han resuelto caso por caso en los tribunales de familia”.
Las familias gays tendrán que solicitar, como antes de la decisión que los colocó en situación de igualdad de derechos y responsabilidades, la regularización de las relaciones entre padres e hijos. La diferencia es que ahora las cortes en todo el país se verán obligadas a considerar nuevas y diversas estructuras familiares: la conformada por una pareja de lesbianas que tiene un hijo biológico; la del matrimonio con un hijo biológico de una y un hijo adoptado por la otra; la del matrimonio gay al que la paternidad le llegó por un vientre subrogado; la de las mujeres con un hijo que nació del óvulo de una y fue gestado por la otra y ambas son, por lo tanto, madres biológicas.
La mayoría de las organizaciones que trabajan por los derechos de la comunidad LGBT sugieren buscar asesoría legal pues, aunque conlleva un gasto (una adopción de segundo padre puede costar entre 3,000 y 5,000 dólares, incluyendo el estudio socio económico, los gastos de abogado y las costas de tribunales), es importante para no poner en riesgo el proceso. De hecho, tras la histórica decisión del 26 de junio los bufetes de abogados comenzaron a recibir llamadas de quienes, “sin derechos plenos”, consideran que ahora se les facilitará convertirse en padres o madres legales por segunda adopción, o que quieren pedir una declaración jurada de parentesco.
Son muchos, en realidad, los temas que todavía quedan pendientes. Según la abogada Maysonet, “aunque se regularizará la situación de muchas familias homoparentales, los escenarios son muchos (ver recuadro) y los jueces los revisarán uno a uno, atendiendo a cómo nació el niño y si no hay otro padre o madre que reclame derechos sobre él, como en el caso de una mujer que tuvo previamente un hijo con un varón y éste reclama o reclamó derechos paterno-filiales sobre el menor”.
Para los activistas que trabajan por los derechos de las familias LGBT el dictamen de la Corte Suprema es un punto de partida para nuevas batallas contra leyes que discriminan contra los matrimonios del mismo sexo, como una, vigente en Michigan, según la cual una agencia de adopción puede rechazar a una pareja por razones de conciencia. Y la mayoría de ellas, como dijo la abogada Maysonet, se resolverán caso por caso.
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Las siguientes son algunos de los escenarios en los que se moverán en un futuro los casos de adopción:
Escenario 1
El del hijo nacido después del 26 de junio. Si no hay otro padre o madre que reclame derechos, se presume que a partir de la decisión favorable de la Corte Suprema de Justicia este menor va a gozar del beneficio de ser registrado ante la ley con dos padres o dos madres. En su certificado de nacimiento aparecerá como hijo de Progenitor 1 y Progenitor 2. Sin embargo, organizaciones como Lambda Legal aconsejan al padre o madre no biológico completar el proceso de adopción o tener una declaración jurada de paternidad incluso cuando ambos nombres estén en el certificado de nacimiento del niño.
Escenario 2
El del hijo biológico de un hombre o de una mujer que tiene una unión civil o un registro de convivencia con alguien de su mismo sexo, pero que no está casado(a), y en el que no hay otro padre o madre que reclame derechos del hijo. La pareja sin filiación puede solicitar convertirse en padre o madre legal. En la mayoría de los estados es un proceso relativamente simple que requiere del llenado de una solicitud y una audiencia ante un juez de familia.
Escenario 3
El del hijo que fue adoptado por uno de los cónyuges como padre soltero. El otro cónyuge puede convertirse en padre o madre putativo. Es el caso de Gregory Bourke y Michael de Leon, un matrimonio de Kentucky incluido en la demanda que revisó el supremo. Bourke aparece como padre adoptivo de sus dos hijos y De Leon se registró como guardián legal.
Escenario 4
El de los hijos adoptados por parejas del mismo sexo no casadas porque el matrimonio no era legal en su estado antes del dictamen de la Corte Suprema. Es el caso de las enfermeras April de Boer y Jayne Rowse. De Boer tiene un niño adoptado y Rowse es madre adoptiva de dos. Su caso fue parte de la demanda examinada por el Supremo. Después de la decisión de la Corte, podrán casarse y coadoptar en su estado
Escenario 5
El del hijo de gays o lesbianas en parejas en convivencia o casadas en las que por una relación anterior existe la figura de un padre o madre con derechos y responsabilidades de filiación. El niño no podrá tener un tercer padre, pero sí pudiera pedirse en una corte que la pareja o cónyuge sin derechos pueda convertirse en guardián o tutor legal. En lugares como California hay una ley que va más allá, la ley SB 274, que le da derecho a recibir apoyo económico y afectivo de todas las personas que figuran en su vida como padres y madres.
Valeria/Sophy
Sophy Jesty (izquierda) y Valeria Tanco (derecha), ambas veterinarias, vivieron en carne propia la pérdida de beneficios familiares al cambiar su residencia de Nueva York a Tennessee.
Por Cary Tabares
Después de haberse conocido en Cornell, unas de las prestigiosas universidades de la Ivy League, Valeria Tanco y Sophy Jesty empezaron a salir. Pasó un tiempo y en octubre de 2010 Valeria invitó a Sophy a una cena en un castillo canadiense. Sophy estaba nerviosa, pensando que Valeria quería romper la relación. Pero algo no cuadraba. Un lugar tan espectacular no era el más indicado para ponerle fin a nada. Sus preocupaciones, en efecto, resultaron infundadas y esa noche Valeria le pidió matrimonio y Sophy aceptó.
Se casaron en 2011 en Nueva York y se sintieron en la cima del mundo. Dos mujeres profesionales con un futuro brillante por delante. Comenzaron a buscar empleo en un lugar donde pudieran estar cerca la una de la otra. A las dos, veterinarias de profesión, les ofrecieron posiciones en la Universidad de Tennessee. Se mudaron a Nashville y en el 2014 le dieron la bienvenida a su primera hija.
Todo marchaba bien, excepto por una cosa: a pesar de que su matrimonio era legal en Nueva York, el estado de Tennessee no reconocía el matrimonio igualitario. “Como las dos tenemos una carrera profesional y capacidad para generar ingresos, fue tan solo cuando nació nuestra hija que las consideraciones legales del matrimonio pasaron a ser más importantes que el componente sentimental”, dijo Sophy a Univision Noticias, días antes del pronunciamiento de la Corte Suprema que declaró la validez legal del matrimonio entre personas del mismo sexo en todos los estados del país.
La derogación por la Corte Suprema de Justicia en el año 2013 de la sección 3 de la Ley de defensa del matrimonio (DOMA, por sus siglas en inglés), que definía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, dejó claro que el gobierno federal no podía legislar en contra de las parejas del mismo sexo en relación con los beneficios que conlleva el matrimonio.
Pero la Corte no se pronunció sobre la sección 2 de DOMA, que estipulaba que el reconocimiento en un estado de un matrimonio entre parejas del mismo sexo no tenía que ser aceptado en otro. Si una persona gay o lesbiana se casaba en un estado donde estaba aprobado el matrimonio igualitario, tenía todos los beneficios de ese estado. Pero si luego se mudaba a un estado donde no se permitía el matrimonio igualitario, perdía todos los beneficios.
Esto condujo a lo que se llamó en su momento “un mosaico de leyes”: 37 estados habían legalizado el matrimonio antes de que la Corte emitiera su fallo del 26 de junio, el resto no lo aceptaba. En cuatro de ellos —Tennessee, Kentucky, Michigan, y Ohio—los tribunales de apelaciones habían fallado a favor de la prohibición del matrimonio igualitario. Los cuatro fueron demandados por parejas que buscaban protección legal para sus familias.
Entre ellas estaban Valeria y Sophy, quienes vivieron en carne propia el desaire de la desigualdad al mudarse de un estado a otro. Con la ayuda del National Center for Lesbian Rights (NCLR), una organización de abogados sin fines de lucro que litiga por los derechos LGBT, la pareja demandó al estado de Tennessee, y su caso fue uno de los que se consolidaron en la demanda global que se presentó ante la Corte Suprema.
Mil razones para la igualdad
La protección legal es primordial para cualquier pareja, especialmente si hay hijos de por medio. “Siendo una familia no reconocida legalmente, sentimos una gran inseguridad cuando tuvimos a Emilia”, dijo Valeria. “Nos empezó a afectar en formas que no conocíamos. Ella nació por cesárea, por ejemplo. Fue un procedimiento de emergencia y tuvimos la fortuna de que en el momento en que llegó al mundo un juez había dictaminado que nuestra familia sería reconocida, aunque fuera por breve tiempo. Sophy tenía en ese momento todas las coberturas legales como madre, igual que yo. El problema vino cuando anularon lo que había dicho el juez. Pasamos a ser una familia no reconocida”, aclaró.
Son muchas las protecciones y beneficios que se les otorgan a las parejas por el mero hecho de estar casadas. Más de 1,000, de acuerdo con las normas existentes en el país. Como son comunes en las parejas de sexo opuesto, la mayoría no se perciben. Pero para las parejas del mismo sexo son fundamentales, porque la ausencia de esos derechos puede poner a sus familias en situaciones de riesgo.
“Viniendo de una familia grande, uno no se da cuenta de todas las cosas que las familias reconocidas no tienen que pensar como las tenemos que pensar nosotras: si hubiese habido algún problema durante el tiempo en que yo estuve en la operación, si algo hubiese salido mal, Sophy no habría tenido ningún reconocimiento como madre. ¿Qué habría pasado entonces con Emilia?”, enfatizó Valeria. “Cualquiera que haya tenido hijos sabe que en ese momento lo último que quieres estar pensando es ¿qué pasaría con mi hijo si yo no estoy?”.
Por eso es tan importante la igualdad ante la ley. Temas como el seguro social, el retiro, las herencias, los impuestos, la adopción y los beneficios a los veteranos, entre muchos otros, coinciden en el punto del matrimonio. Y lo convierten en una institución tan importante para la sociedad. Cuando se expusieron ante a la Corte Suprema los argumentos sobre el tema el pasado mes de abril, la dignidad del matrimonio fue uno de los puntos preponderantes.
“De lo que estamos hablando aquí no es solamente de teoría constitucional, ni de derechos abstractos. Estamos hablando de las vidas de personas que son nuestros vecinos, nuestros familiares, personas con las cuales trabajamos, personas con las que estamos todos los días. Se trata de familias reales y existentes. Las familias que llevamos ante la corte en nuestro caso de Ohio representan a personas que han estado juntas por décadas como James Obergefell, cuyo esposo murió y el estado no le permite ni siquiera la mínima dignidad de poner su nombre como esposo en el certificado de defunción”, dijo a Univision Noticias Omar Gonzalez-Pagán, abogado de Lambda Legal, una de las organizaciones que trabajan por los derechos LGBT.
Otra de las parejas representadas por Lambda Legal fue la de Pam y Nicole Yorksmith. Se casaron en California, viven en el norte de Kentucky con sus dos hijos pequeños y las dos se consideran madres de los niños. Antes del júbilo que produjo la decisión de la Corte a finales de junio, la vida de ambas era muy complicada, debido a que Kentucky no les reconocía su matrimonio. Lo que para una pareja residente en California era algo cotidiano, para otra residente en un estado sin reconocimiento del matrimonio igualitario era una hazaña —sólo por amar a una persona del mismo sexo.
“Nicole es la única persona que puede inscribir a [nuestros hijos] Grayden y Orión en la guardería. Ella tiene que llenar una hoja de permiso para que yo pueda recogerlos”, contó Pam días antes de la decisión. Con el fallo de la Corte todo esto debe empezar a cambiar.
Los vacíos que hay que llenar
La desigualdad ante la ley creó cargas financieras indebidas para las parejas del mismo sexo. A pesar de que algunas de ellas tenían recursos económicos para costear los procesos legales que buscaban asegurar sus derechos, exigirle a una pareja que tuviera que pagar extra debido a su orientación sexual equivalía claramente a discriminación.
“Pagamos impuestos sobre los beneficios de salud proporcionados por el empleo de Nicole. Si fuéramos una pareja de sexo opuesto, los beneficios estarían exentos de impuestos. Pero como vivimos y trabajamos en un estado que no reconoce nuestro matrimonio, se consideran ingresos imputados para nosotros”, señaló Pam. “Hemos tenido que hacer un montón de papeleo y gastar mucho dinero en protecciones para mí si algo llegara a sucederle a Nicole. Porque en este momento, como están las cosas, su familia —padres, hermano, primos— tienen más derechos sobre nuestros dos hijos que yo”, concluyó.
Lo mismo pasaba en Tennessee. Según dijo Sophy, “el que no se reconozca legalmente a nuestras familias pone a nuestros hijos en mayor riesgo”. Al mudarse a Tennessee, los derechos que tenían en Nueva York se vaporizaron. “Al no ser reconocidas como casadas, desde un punto de vista puramente legal, a nuestra familia se le niegan derechos y obligaciones que tienen otras familias como las nuestras”, añadió Valeria.
Antes de la decisión de la Corte, la desigualdad se manifestaba de muchas otras maneras y es seguro que pasará mucho tiempo antes de que se eliminen del todo. Un caso especial es el de las fuerzas armadas. Sus miembros, sin distinción, sirven al país de manera desinteresada. Pero no todos reciben el mismo trato. A quienes eligieron el servicio militar no se les han aplicado los mismos derechos cuando han hecho parte de una pareja del mismo sexo.
Iris Delia Rivera Rivera y Maritza López Avilés —parte del caso presentado en Puerto Rico por Lambda Legal— han estado juntas por casi cuatro décadas y tienen una hija que hoy cursa la universidad. Aunque Iris es veterana de la guerra en el Golfo Pérsico, se le negó cobertura para su esposa y su hija. Ellas querían casarse en Puerto Rico, pero no tenían la opción de hacerlo, y no servía que estuvieran casadas en otro lado.
Este era otro de los vacíos legales que dejó DOMA. Para los beneficios de veteranos se aplicaba el estándar del lugar de residencia, no de celebración de la boda. Es decir, si una pareja en la que uno de los cónyuges era militar se casaba en Nueva York y luego, por cuestión de servicio, era transferida a Puerto Rico, perdían todos sus derechos. En esencia, al salir de la circunscripción del estado que reconocía su matrimonio con alguien del mismo sexo, ese soldado se convertía en un ciudadano de segunda clase. Y un ciudadano lleno de miedos.
En la entrevista con Univision Noticias Valeria compartió uno de sus miedos: “Saber que legalmente Emilia no tendría a nadie más que a mí —porque toda mi familia vive en Argentina y estoy acá sola— me preocupó todos los días. Cada día que pasa es un regalo de Dios, y pensar en que tiene los dos padres como cualquier otra familia sería un alivio tremendo”. A tanto llegó el temor que, antes de la decisión de la Corte, Sophy y Valeria llegaron a pensar que tendrían que reconsiderar su mudanza a Tennessee.
Con la decisión del 26 de junio, Valeria y Sophy, Pam y Nicole, Iris y Martiza, saldrán de su limbo y dejarán de ser vulnerables. Ahora sus familias son familias, en todo el sentido de la palabra.
Christine / Jen
Christine (izquierda) y Jen (derecha) juegan con tres de sus cuatro hijos en el jardín de su casa. Antes de la legalización de los matrimonios del mismo sexo, la pareja tenía dificultades para conseguir un seguro de salud para Jen.
Por Eulimar Núñez
Christine Raby y Jennifer Dupree quieren estar juntas el resto de su vida. Se conocieron en la secundaria, tomaron caminos distintos y años después, con un hijo cada una, se volvieron a encontrar. Tomaron la decisión de casarse y para hacerlo tuvieron que salir de Texas rumbo a otro estado que sí reconociera su unión. Viajaron unas 2,000 millas hasta Vermont, se dieron el sí. Y al regreso comprobaron que su matrimonio sería admitido para el deber de pagar, pero no para el disfrute de los derechos.
Jen renunció a su trabajo y a su seguro médico para hacerse cargo de los hijos de ambas —Selena y Tobías— y hasta la decisión de la Corte Suprema, no había podido recibir los beneficios médicos que ofrece el empleo de Christine, a pesar de estar casadas legalmente. Tampoco había podido costear ninguna otra cobertura, justamente por haberse casado con Christine.
“Yo esperaba poder incluirla, pues mi lugar de trabajo —el MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas— ya ofrecía ese tipo de beneficios a las parejas del sexo opuesto. Pero cuando fui al Departamento de Recursos Humanos me dijeron que no: que solo podía incluir a mi pareja si era un hombre”, recuerda Christine en entrevista con Univision Noticias. El costo de un seguro individual para Jen, incluso a través de Obamacare, era impagable: 580 dólares mensuales con muy pocos beneficios. “Como estamos casadas, el sistema no pedía mi salario sino nuestra declaración de impuestos. Lo mismo pasó con el Medicaid”.
Jen ha vivido sin cobertura médica durante los últimos dos años. Como consecuencia, no ha podido acceder a los medicamentos preventivos para controlar su asma severa, por lo que su afección ha empeorado considerablemente, al igual que sus múltiples alergias. Sufre de hipotiroidismo —necesita monitorear su glándula con regularidad— y anafilaxia, una complicación alérgica de gravedad si la pica una abeja o avispa. Además, debe hacerse chequeos periódicos de cáncer y de enfermedad cardiovascular, dos afecciones comunes en su familia.
“No comprarle un seguro fue una decisión muy dura”, recuerda Christine. “Me sentí triste, preocupada, consciente de que Jen lidiaba con varios problemas de salud. Rezamos para que no ocurriera ninguna crisis médica de peso. Tenía miedo”.
La discriminación, el principal enemigo
La segregación social y sistemática y un inadecuado acceso a la salud contribuyen a afianzar las desigualdades que enfrenta la comunidad LGBT. De acuerdo con el Fenway Institute –que trabaja para mejorar la salud de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros y aquellos que viven con VIH– estos individuos son más propensos a ocultar necesidades de salud no satisfechas y tienen más dificultad para obtener un seguro, lo que se traduce en una mayor incidencia de enfermedades, problemas mentales y uso de drogas.
Es común que se les discrimine cuando van al médico. Más de la mitad de los encuestados por Lambda Legal para el reporte When Health Care Isn’t Caring (2010), aseguró que al menos una vez se le negó algún tipo de atención necesaria: quienes prestaban servicios médicos se rehusaron a tocarlos, utilizaron precauciones excesivas, lenguaje abusivo o los culparon por su estado de salud.
Para un individuo LGBT ir a un hospital en muchos lugares de Estados Unidos sigue siendo una experiencia desagradable e incómoda. Para realizar el Health Equality Index 2014, Human Rights Campaign investigó a cientos de hospitales en todo el país y estableció un ranking de los que ofrecen mejores servicios y disponen de políticas de no discriminación de pacientes.
“Desafortunadamente, en algunos lugares del país hay gente que no tiene adónde ir. Pero en las ciudades suele haber opciones”, asegura Tari Hanneman, directora asociada del programa de salud de HRC y autora del reporte, en conversación con Univision Noticias. Dependiendo de cómo los centros resulten evaluados, la organización ofrece entrenamiento gratuito sobre cómo crear un ambiente más inclusivo para los pacientes LGBT y cuáles son los asuntos claves que deben conocer.
El objetivo, dice Hanneman, es evitar que los LGBT sigan experimentado malos ratos, como los descritos por algunos de ellos en el informe: “Iba caminando a ver a mi pareja y mi bebé recién nacido. Un empleado me detuvo y me preguntó quién era. Cuando dije ‘la otra mamá’, volteó los ojos y se alejó diciendo ‘no puedo creerlo”, cuenta una madre lesbiana que acababa de tener a su primer hijo. “Después de mencionar que mi esposo me visitaría, los miembros del staff dejaron de ser amigables, se volvieron fríos y comencé a verlos mucho menos, incluso cuando realmente precisaba de su ayuda”, recuerda un hombre gay, hospitalizado por una enfermedad respiratoria.
Las disparidades más obvias
La única manera de que los médicos, enfermeras y demás proveedores de la salud puedan ofrecer la ayuda que los LGBT necesitan, según la GLMA (Health Professionals Advancing LGBT Equality, anteriormente Gay & Lesbian Medical Association), es que sean conscientes de los problemas más evidentes que enfrentan.
A muchos hombres gays, por ejemplo, les cuesta trabajo comunicar su orientación sexual a sus médicos, pero es necesario que lo hagan con el fin de que se sometan a exámenes de VIH y se vacunen contra la hepatitis, pues enfrentan un mayor riesgo de contagio. Entre las mujeres lesbianas hay más casos de cáncer de mama y de cuello uterino debido a la poca frecuencia con que se someten a exámenes; también altos índices de depresión y ansiedad causados por estrés crónico a consecuencia de la discriminación.
Hanneman resalta que la orientación sexual no debe confundirse con el comportamiento sexual, ni condiciona el padecimiento de ciertas afecciones. “A todos los pacientes se les debe preguntar. No se deben sacar conclusiones o asumir que porque sean gays o lesbianas tienen alguna u otra dolencia. Los médicos tienen que entender a sus pacientes y sus necesidades; por eso importa el entrenamiento”.
¿Qué cambia?
Tras conocerse la decisión de la Corte Suprema que legaliza a los matrimonios del mismo sexo, Christine recibió un correo electrónico del presidente de su compañía, el doctor Ron DePinho: “Me complace anunciar que a partir de este miércoles 1 de julio, los empleados de la facultad y aquellos retirados que reciban beneficios podrán inscribir a sus parejas del mismo sexo, así como a sus hijos, en la cobertura que ofrece el MD Anderson, tras presentar su certificado de matrimonio. Estos son los mismos servicios —a los mismos costos— disponibles para las parejas del sexo opuesto tras la presentación de su certificado de matrimonio”.
El matrimonio igualitario les da a las parejas gays la oportunidad de obtener los mismos derechos que sus vecinos casados con personas del sexo opuesto han tenido, dice Christopher M. Cannon, senior manager de la National Coalition for LGBT Health / HealthHIV. “Se trata de derechos y privilegios que hacen que la pareja se sienta segura y permita que su relación sea reconocida totalmente. Es importante que los médicos sean abiertos y hagan las preguntas correctas, sin hacer conjeturas que puedan herirlos. Lo más importante es que una gran cantidad de individuos tendrá mejor acceso a la salud y demás cuidados médicos”.
La decisión tiene especial importancia en aquellos estados que no reconocían el matrimonio igualitario. Sobre todo en Texas, donde se concentra el mayor número de no asegurados del país. “Muchos en el estado se habían negado a ofrecer coberturas debido a sus creencias religiosas, entre otras razones”, dice a Univision Noticias Liz James, de la Lesbian Health Initiative de Houston.
“Lo que emociona es que las políticas otorgan derechos y ofrecen el marco legal para que las cosas empiecen a cambiar”, dice James, quien recuerda que el panorama ha mejorado desde la aprobación del Affordable Care Act, que prohíbe la discriminación por orientación sexual o identidad de género desde 2010.
Para Hanneman, lo más importante de la decisión es que alivia los miedos de la gente. “Le otorga seguridad a las parejas casadas. Muchos datos revelan que la salud mental de las parejas LGBT mejora o se vuelve más estable en aquellas relaciones que son reconocidas por sus gobiernos”, dice. Para el Health Equality Index del año que viene, HRC irá en la búsqueda de casos de discriminación en todas las áreas: empleo, vivienda y alojamiento público. “Todavía es posible, en muchos estados, casarte con tu pareja hoy y que te despidan del trabajo mañana”.
Hector Vargas, director ejecutivo de la GMLA, destaca que la prioridad actual es asegurar que los proveedores y los sistemas de cuidado estén equipados —desde un punto de vista clínico y cultural— para atender las necesidades médicas de los LGBT. “Hemos visto un avance considerable y esperamos que esto siga mejorando. Ya hay leyes que los protegen y asociaciones de profesionales (American Medical Association, American Academy of Nursing, American Psychological Association y muchas más) continúan pronunciándose, creando sus propias políticas y emitiendo comunicados para satisfacer las necesidades de la comunidad. Eso nos ayudará a asegurarnos de que los médicos les den la bienvenida y se sientan clínicamente preparados para atender sus necesidades específicas”.
Los expertos coinciden en que se debe insistir en aumentar la sensibilidad y mejorar la receptividad. “Eso es lo que tienen que aprender los médicos”, afirma Vargas. “Casi todos los pacientes LBGT han tenido malas experiencias. No les creen, no entienden. Cualquier pista visual en una oficina médica —revistas sobre LGBT, por ejemplo— puede ser una señal para que el paciente pierda el miedo”.
La activista Liz James finaliza diciendo que para ella se trata de un asunto personal. “Tengo 60 años, soy lesbiana y salí del clóset cuando tenía 18 años. Nunca, nunca, nunca pensé que vería el día en que esto pasaría. Fui al primer Pride Parade en Houston, mi mejor amigo murió de sida en 1984, he pasado por muchas cosas. Me interesa que LGBT no se entienda como una palabra. No es una etnia, no es una edad, todos somos distintos. No somos una comunidad, estamos en su comunidad. Vamos a su iglesia, a sus fiestas, trabajamos con ustedes y estas políticas nos ayudan a ser más visibles. Aún no hemos terminado, tenemos mucho que hacer, pero representa un gran avance que la gente pueda sentirse bien siendo quien es”.
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Human Rights Campaign preparó un documento en el que explica exactamente qué cambiará en términos de acceso a la salud tras la aprobación del matrimonio igualitario en todo el país.
Derechos de visita
Por ley federal, los hospitales deben permitir que los pacientes sean visitados por quienes ellos deseen, independientemente de su relación. Adicionalmente no pueden prohibirle la entrada a ciertos visitantes debido a su orientación sexual o identidad de género. Estos derechos existen en todo el país desde 2011, pero mucha gente los desconoce y algunos hospitales conservan directrices obsoletas, además de estrictas y no inclusivas definiciones de familia. Con la decisión del matrimonio igualitario, será más fácil para aquellos pacientes LGBT que estén casados hacer que sus derechos de visita sean respetados.
Toma de decisiones médicas
Las reglas federales requieren que los hospitales le concedan autoridad al sustituto que el paciente haya designado, incluidas parejas del mismo sexo, en la toma de decisiones médicas en caso de resultar incapacitado mentalmente. El matrimonio igualitario asegurará que los cónyuges del mismo sexo puedan tomar decisiones médicas por sus parejas.
Seguro de salud
Si su empleador le provee de un seguro de salud y le ofrece beneficios a las parejas, aquellas del mismo sexo deben tener el mismo acceso a esos beneficios. Las cortes federales han determinado de manera consistente que la negación de beneficios a las parejas del mismo sexo, es discriminación y es ilegal. Las parejas del mismo sexo casadas ya tenían el derecho de inscribirse en cualquier plan familiar o de pareja que ofreciera el Affordable Care Act. Y a las compañías de seguro ya se les exige que traten a todas las parejas por igual.
Marcia / Tanya
Marcia Kadish y Tanya McCloskey fueron la primera pareja en casarse cuando se legalizó el matrimonio igualitario en Massachusetts en 2004. Después de 11 años permanecen juntas y muy enamoradas.
“Es maravilloso poder estar juntas en público y podernos amar donde quiera que estemos, poder caminar cogidas de la mano”. La afirmación es de Marcia Kadish, una de las pioneras del matrimonio gay en Estados Unidos. Kadish y Tanya McCloskey fueron la primera de las 600 parejas que se casaron el 17 de mayo de 2004, cuando el matrimonio entre parejas del mismo sexto se hizo legal por primera vez en el país, en el estado de Massachusetts.
“Ahora declaro que ustedes están casadas bajo las leyes de Massachusetts”, fueron las históricas palabras pronunciadas a las 9:10 de la mañana de ese día por Margaret Drury, secretaria de la ciudad de Cambridge. “Ustedes pueden sellar este matrimonio con un beso”.
Comenzó en ese momento una historia que la decisión de Corte Suprema del pasado 26 de junio ha venido a cerrar: la de la legalización de matrimonio entre personas del mismo sexo en todo Estados Unidos (ver la línea de tiempo al final de este capítulo).
“El matrimonio ha sido maravilloso”, añadió Kadish, “porque somos aceptadas por el mundo que nos rodea”. Para ella y para McCloskey, que siguen felizmente casadas, el matrimonio es la demostración pública de algo que es más que un simple compromiso legal. Al casarse, según ellas, se comprometieron a ser la una para la otra. “Al hacerlo profesamos: ‘Voy a cuidar de ti. Vas a cuidar de mí’”, dice Kadish. “Lo hicimos porque nos amamos”.
A pesar de su feliz experiencia tuvieron que pasar once años para que el Supremo extendiera la aprobación del matrimonio entre parejas del mismo sexo a toda la nación. Y lo hizo en medio de una persistente oposición. Antes del fallo de la Corte, los detractores del matrimonio entre personas del mismo sexo imitaban en sus diatribas al personaje de Chicken Little. “¡El cielo se está cayendo! ¡El cielo se está cayendo!”, repetían. Para ellos, otorgar el derecho fundamental de contraer matrimonio a gays y lesbianas sería provocar el fin de la civilización.
Pero los hechos suelen ser tozudos. Cuando los Países Bajos aprobaron el matrimonio entre parejas del mismo sexo en el año 2000, los opositores holandeses esgrimían el mismo argumento: que la legalización del matrimonio gay sería la ruina de la sociedad. Pero nada pasó. En un escrito presentado ante la Corte por Human Rights Watch, la organización afirmó que “no ha habido informes del deterioro del orden social en los Países Bajos, ni han sido socavados los efectos positivos del matrimonio como institución”. Al contrario, las tasas de divorcio bajaron en la década 2001-2012, mientras que un poco más de tres cuartas partes de los niños viven en un hogar compuesto por “dos padres casados”.
Algo similar ha pasado, según la organización, en otros países que han aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo. En Canadá, según el escrito, no hay “informes de agitación pública”, y a partir del 2008 las tasas de matrimonio y divorcio se han mantenido relativamente constantes. En Argentina no hay “signos de colapso social”, y en Nueva Zelanda “los matrimonios entre parejas del mismo sexo no están afectando a los matrimonios heterosexuales como algunos predijeron”.
En todos los casos parece estarse cumpliendo la premisa sustentada en el año 2009 por la Asociación Estadounidense de Psicología, en el sentido de que “no hay ninguna base científica para afirmar que las personas gays y lesbianas no son igualmente aptas para casarse o para convertirse en padres de niños sanos y bien adaptados”.
A la luz de lo que ha pasado en casos como el de Marcia y Tanya no parecía necesario, sin embargo, revisar la experiencia de otros países. “Nuestra relación ha ido mejorando cada vez más. Cada día que pasa nos amamos más. Es algo muy especial. Muy bello”, dijo Marcia. “Estar juntas durante tanto tiempo nos ha dado la oportunidad de conocernos mejor y de enfrentar tantas cosas que hay que enfrentar en la vida: la enfermedad, la felicidad, los niños. Nuestras familias. La muerte de nuestros padres. Nos hemos unido a partir de todas estas vivencias familiares”, agregó Tanya.
Ello no es extraño. Según la Asociación Estadounidense de Psicología son muchos los beneficios físicos, psicológicos y sociales derivados del matrimonio. Esos beneficios, sin embargo, les habían sido negados a miles de parejas del mismo sexo hasta la decisión de la Corte del pasado 26 de junio.
El reconocimiento del matrimonio es esencial para llevar una vida plena. “Es maravilloso que nuestros amigos y nuestra familia sepan que estamos juntas. Eso nos hace parte del mundo. Poder llenar una forma jurídica y marcar la casilla de casadas tiene unas repercusiones enormes”, dijo Tanya. Son cosas muy pequeñas, pero muy significativas. Son cosas que, de acuerdo con las parejas entrevistadas, le dan sentido a la palabra “igualdad”, y de eso se trata todo, según ellas.
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El proyecto
La historia de la lucha por los derechos LGBT en Estados Unidos es larga y compleja y está lejos de haber terminado. Durante más de 40 años, la comunidad buscó incansablemente la igualdad social, impulsando la promulgación de leyes en distintos estados del país. En todo ese tiempo se plantaron semillas de aceptación en los corazones y mentes de los estadounidenses, mostrando que el amor es el amor, independientemente del sexo, y que los LGBT son personas con familias, hogares, trabajos y sueños. Todos experimentan la misma existencia cotidiana. Un estudio de 2013 del Pew Research Center mostró que la aceptación social de gays y lesbianas en Estados Unidos era de 55% y 58%, respectivamente.
El movimiento a favor de la igualdad de los LGBT comenzó en serio con los disturbios de Stonewall de 1969. La primera solicitud de una licencia de matrimonio por parte de una pareja del mismo sexo se presentó en Minnesota en 1970 y les fue negada. En 1973, la Asociación Americana de Psicología eliminó la homosexualidad del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Desde entonces, la comunidad LGBT ha ido ganando espacios en materia de derechos civiles y humanos, pero el camino ha sido largo y tortuoso. El reconocimiento por parte de la Corte Suprema del matrimonio igualitario como un derecho constitucional ha sido la más reciente de esas conquistas.
En este especial, La Huella Digital quiso explicar por qué esta decisión es tan importante. Más allá de lo que ya se ha dicho, la idea es resaltar las historias de aquellos que han sido afectados por la falta del derecho a la igualdad que el matrimonio conlleva y las expectativas que se abren para ellos. Darles una voz para que puedan contar, de primera mano, lo devastador, deshumanizante y degradante que resulta ser considerado un ciudadano de segunda clase. Y lo que falta por terminar con ese estigma.
La idea original era concentrar la atención en parejas latinas que han sufrido con esta discriminación. Desafortunadamente, algunas no estaban disponibles en el momento de la producción y otras simplemente no quisieron conceder una entrevista por miedo a que prosiga la estigmatización. La homofobia y la transfobia pueden no ser evidentes, pero siguen inscritas con letras de fuego en el código tácito de la cultura latina. Superarlo es parte del cambio que puede traer la decisión de la Corte.
Y no es lo único que hay que superar. Son muchas las taras que todavía necesitan atención. Según GLAAD, estas son algunas de ellas:
1) Un poco más del 33% de los estadounidenses “todavía se sienten incómodos con las personas LGBT”.
2) En 29 estados, una persona que es gay, lesbiana o bisexual todavía puede ser despedida a causa de su orientación sexual. Hay 32 estados que no ofrecen ninguna protección a la comunidad transgénero.
3) El 40% de los jóvenes sin hogar son LGBT.
Independiente de su raza, credo, religión, género, orientación sexual o identidad de género, todas las personas tienen derecho a que se les trate con dignidad. Todos los estadounidenses merecen que se les reconozca el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, contemplados en la Constitución. En el futuro, cada vez que Univision Noticias produzca una historia sobre los derechos LGBT, lo hará con el hashtag #PasoALaIgualdad. La decisión de la Corte fue eso: un paso. Pero el tema no está cerrado.